Bomarzo Teatro Real

‘Yo soy Bomarzo’. Los monstruos de Orsini

Ambición, sexo, celos, amor, muertes y un duque jorobado. Bomarzo es una de las apuestas del Teatro Real para la temporada actual, una pieza cargada de pasiones, dentro y fuera del escenario. Con una escenografía más del siglo XXI, la ópera compuesta por Alberto Ginastera y basada en la novela homónima de Manuel Mujica Láinez, representa sentimientos contrahechos y terrores infantiles que se suceden ante la mirada del pequeño y deforme Pier Francesco Orsini (Vicino.)

Una joroba y sus reflejos

Una malformación física es la idea fija, el hilo obsesivo conductor de la novela de Mujica Láinez, la justificación a todos y cada uno de los actos de Vicino. El autor latinoamericano relata en primera persona las andanzas del duque de Bomarzo, con ciertas libertades, y presenta a un ser obsesionado consigo mismo que ve en los demás a su enemigo y que arrastra una carga más emocional que física.

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Fuente: www.teatro-real.com

La vejación de sus hermanos cuando es apenas un niño; el odio que su propio padre le profesa; su impotencia ante la prostituta florentina Pantasilea, alimentan su ambición por demostrar que es digno de ser el heredero de Bomarzo. Sin embargo, el camino para lograrlo hará de él el monstruo del que siempre ha huido, un monstruo narcisista y despiadado.

Amor, sexo y muerte

La narración de la novela queda invertida en la ópera. Nacimiento y muerte quedan unidos, mientras Vicino se observa a sí mismo, en un Renacimiento onírico, rodeado de sus propios fantasmas. La fórmula de la inmortalidad que persigue en su obsesión por desembarazarse de sus cargas físicas y demostrar su poder, será su sentencia de muerte.

El asesinato de sus dos hermanos, Girolamo y Maerbale; el primero, para arrebatarle su sucesión directa al ducado de Bomarzo; el segundo, por robarle el amor de su mujer, Julia Farnese. A los crímenes de sangre, se unen el sexo violento y las fiestas orgiásticas, aumentando una deformación emocional que, en la ópera, con una apabullante escena de danza erótica, transporta al público a una libertina corte renacentista a la que Vicino ansía pertenecer.

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Fuente: www.teatro-real-com

Sexo, amor y muerte, tres principios posmodernistas presentes en un personaje lleno de contradicciones donde el amor queda representado en el que le profesa a su joven esclavo negro: Abul. Un personaje mudo en palabras pero ejecutor del asesinato de Maerbale por orden de su enamorado. Así, incluso el amor queda corrompido.

Inmortalidad y venenos varios

La magia negra del astrólogo Silvio de Narni, urdidor de la supuesta fórmula para la eternidad, añade el elemento demoníaco que faltaba a la historia pecaminosa de la vida de Pier Francesco Orsini, duque de Bomarzo. La predicción de una vida eterna, la ambición alimentada por su abuela Diana, su obsesiva y pesimista visión de sí mismo. Todos ellos elementos que hacen del aspecto giboso del personaje la manifestación de una demencia corcovada donde la inmortalidad se hará presente a través de monstruosas esculturas.

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El  Sacro Bosque de Bomarzo

El Sacro Bosque de Bomarzo fue la inspiración de Mujica Láinez, un bosque de gigantescas esculturas de roca donde el duque de Bomarzo se hizo inmortal. Estas rocas transformadas en imágenes fantásticas han sido la inspiración de muchos artistas – como, por ejemplo, Salvador Dalí

quien realizó un cortometraje ‒, pero solo Manuel Mujica Láinez, con su novela y su libreto, este último acompañado del delirio musical creado por Ginastera, inmortaliza la mente de su creador. Un duque que vivió las intrigas de su tiempo, lleno de pasiones frustradas y de frustraciones demasiado pasionales y que, incluso, convertido en personaje literario continuó sembrando algarabías.

Escándalo en y por Bomarzo

Y es que el duque quiso ser inmortal pero lo que seguro no intuía es que su eternidad seguiría repleta de escándalos y de deformaciones mentales, esta vez, cuatro siglos después de su muerte y por la representación de su ópera.

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Fuente: www.teatro-real-com

El libertinaje de Vicino, sus tendencias sexuales y la representación de estas en la ópera, hizo que tras su estreno en 1967 en Washington, fuera censurada en Argentina por su contenido aunque realmente sus censores ni siquiera lo conocieran. Sin embargo, el duque de Bomarzo puede mirarse a sí mismo de nuevo, durante las dos próximas semanas en el Teatro Real, donde la pieza dirigida por David Afkham (director musical) y Pierre Audi (director de escena) contiene los elementos necesarios para la fórmula de la inmortalidad del monstruoso Duque de Bomarzo.