El nombre Lina Poletti, una poetisa italiana de principios de siglo XX, quizás no sea tan popular como el de las dos mujeres que la acompañan en el título de este artículo: Sibilla Aleramo (1876-1960) y Eleonora Duse (1858-1928). Sin embargo, Poletti es el hilo amoroso que une las historias de la escritora Sibilla y de la actriz Eleonora. Las tres fueron mujeres revolucionarias, recordadas por sus luchas feministas, o por sus ejemplos de vida para la libertad de la mujer. Las carreras artísticas de las dos últimas están llenas de éxitos editoriales y teatrales, respectivamente, mientras la obra de Poletti ha caído un poco en el olvido.
Lina Poletti, alias Cordula Poletti, nació a finales del siglo XIX en Ravenna, Italia. Fue escritora aunque sus publicaciones fueron escasas. Su nombre se recuerda actualmente por su apertura sexual y sus conocidas relaciones con las dos artistas antes nombradas. A pesar de haberse unido en matrimonio con un hombre, Santi Muratori, nunca vivió realmente con él. Su aspecto andrógino, su comportamiento considerado ‘masculino’ en la época y sus diversas relaciones amorosas con mujeres pondrían rápidamente un final a la farsa de su matrimonio convencional. No solo su comportamiento en sociedad supuso una revolución femenina y homosexual sino que su constante trabajo cultural y filosófico antifascista durante la dictadura mussoliniana la hizo objeto de pesquisas e investigaciones, por suerte, sin consecuencias mortales.
Nacida en 1885 viviría el cambio de siglos y las dos guerras mundiales. Su obra más conocida Poema della guerra fue precisamente publicado al final de la primera contienda en 1918. Siempre se rodeó de grandes intelectuales no solo connacionales sino internacionales como el poeta alemán Rilke o el novelista austríaco Von Hofmannstahl. Curiosamente se ha escrito muy poco sobre ella a pesar de haber sido una pionera del feminismo y de la revolución homosexual en Italia. Es más, su nombre ha quedado a la sombra de sus dos populares amantes, cuyas relaciones, breves e intensas, han sido objeto de estudio. Poletti representó para ambas una novedad e, incluso, casi una experiencia única; un amor entre mujeres que Lina vivió abiertamente hasta el final de sus días.
La mujer Sibilla Aleramo
La figura pública de Sibilla Aleramo tanta en Italia como fuera de sus fronteras casi habla por sí sola debido a lo que representó y representa su obra para la literatura y el movimiento feminista. Nacida como Rina Faccio pero publicada como Sibilla Aleramo, publicó la novela autobiográfica Una mujer (Altamarea Ediciones, 2020) en 1906. El volumen provocó debates y ciertos quebraderos de cabeza en la sociedad contemporánea por las vicisitudes de la protagonista y su viaje de emancipación. El mensaje de Sibilla Aleramo la convirtió pronto en una celebridad y su presencia se hizo imprescindible en el Congresso delle Donne que se celebró en Italia en 1908.
Debates y discursos llenaron las jornadas del congreso y entre las participantes estaba la joven Lina Poletti. De esta manera, un lugar de debates sobre emancipación y feminismo se convirtió en el espacio apropiado para dar pie a la relación entre Lina y Sibilla. De repente, la pasión surgió entre ambas y muchas de sus cartas testimonian este ilícito romance. Las pruebas epistolares de su amor aún se conservan en el legado de la escritora conservado en Roma y de ellas se trasluce la confusión inicial de Aleramo ante este novedoso sentimiento. Así se dirigía a Lina en una carta de mayo de 1909: «Lina, io non avevo mai in vita mia pensato alla possibilità di amare una donna, mai, intendi?» (Lina, nunca en mi vida había pensado en la posibilidad de amar a una mujer, nunca, ¿lo entiendes?)
Sin embargo, a pesar de la pasión que la arrastró a los brazos de Lina, había alguien más en su vida. Sibilla Aleramo tenía una relación estable con el poeta Giovanni Cena (1870-1917) al que la escritora había hecho partícipe de este nuevo sentimiento. A pesar de los esfuerzos de ella por hacerle entender su amor por Lina, él se mostraba contrario, como testimonia otra misiva de agosto del mismo año: «e mi ripete con crudezza ch’esso è frutto di aberrazione mentale, a cui tu mi hai condotta per una favorevole disposizione mia, fisiologica o patologica non so bene» (y me repite con inclemencia que esto es fruto de una aberración mental a la que me has arrastrado debido a una inclinación mía favorable, fisiológica o patológica, no sé muy bien). Giovanni Cena era el compañero de Sibilla y conocía del deseo de esta por Lina Poletti, de ahí su rechazo a la relación, quizás un sentimiento más ligado a los celos que a sus verdadera opinión sobre el amor homosexual.
Cartas de amor lésbico
Esta relación a tres no podría mantenerse, Sibilla luchaba por hacer entender a Lina que su amor estaba compartido entre los dos y que no podía renunciar a ninguno de ellos. No obstante, sus cartas no son solo la prueba de una pasión epistolar entre ambas sino que dan fe de la veracidad de sus encuentros sexuales. Su amor no era platónico, era físico: «Ti ho baciata: è stata una consacrazione, la prima volta, ricordi? Poi l’imperiosa volontà del nostro essere.» (Te he besado, ha sido una consagración, la primera vez, ¿te acuerdas? Después, la voluntad imperiosa de nuestro ser.)
La lívido y el deseo físico se traslucen en las cartas que la escritora le dedicó. Su compañero, feminista, aceptó pero no compartió el novedoso idilio de Sibilla, una relación abocada al fracaso por las dudas de la escritora. De hecho, su relación terminó con ambas contrayendo matrimonio con sus respectivos compañeros hombres. Para Aleramo esta sería la única relación conocida con una mujer, un encuentro que quedó plasmado en la obra Il Passaggio (Feltrinelli, 2000), que publicó casi once años después del final de su relación.
Los dramas de Eleonora Duse
La Poletti, “la fanciulla maschio” (la “chica macho”), como la apodó la propia Aleramo, no renunciaría a la lucha por la revolución no solo femenina sino homosexual. A pesar de haber contraído matrimonio con Muratori al poco de romper su relación con Sibilla, otra mujer de igual fama que esta entró en su vida: Eleonora Duse. Considerada una de las mejores actrices de entre siglos, equiparada a su némesis la actriz francesa Sarah Bernhardt (1844-1923), Eleonora también contribuyó a la libertad de la mujer con su peculiar estilo de vida para la época. Si algo compartió con Sibilla Aleramo no fue solo su relación amorosa con Lina, sino una larga lista de amantes artistas y escritores de la época. Duse compartió cama con el polémico poeta Gabriele D’Annunzio (1863-1938), con el que vivió no solo una relación tormentosa sino con el que compartía su apertura sexual.
Duse llegó a la vida de Lina después del romance de esta con Sibilla. Sin embargo, su relación fue mucho más conveniente y, siguiendo el estilo de la actriz, más tormentosa que el drama romántico vivido con Sibilla. Eleonora era conocida por sus arrebatos pasionales y con Lina no sería diferente. Al igual que la actriz había hecho durante su relación con el libretista Arrigo Boito (1842-1918) y, después, con Gabriele D’Annunzio, también esperaría de Lina la adaptación teatral de obras que la propusieran como protagonista. Un interés laboral y cultural que, en esta ocasión, convertiría la ruptura en un pleito legal por los derechos de la obra adaptada por la Poletti. Al contrario que en su relación con Sibilla, no hay testimonios novelescos o líricos de este amor ‘contra las normas’ entre la actriz y la poetisa.
En este caso la actriz italiana no sufrió aparentemente ninguna impresión al sentirse atraída por una mujer. Es más, se rumorea que después de su relación con la poetisa, la Duse tuvo algún encuentro sexual ocasional con su amiga la bailarina americana Isadora Duncan (1877-1927). Por lo que las relaciones lésbicas para Eleonora no eran una novedad, seguramente influenciada por el ambiente teatral, sus viajes por todo el mundo y, cómo olvidar, su relación con el sexualmente abierto D’Annunzio.
La poetisa olvidada
La relación con la actriz no dudaría mucho y tras la sonada separación con pleitos de por medio, ¿qué fue de Poletti? Mientras Sibilla Aleramo ha pasado a la historia como una de las madres del feminismo italiano por su obra Una mujer y Eleonora Duse como la gran actriz del Novecento, el nombre de Lina Poletti se recuerda solo como la de la amante de ellas. Su breve producción literaria no ha contribuido a su popularidad como poetisa y su lucha antifascista y trabajo cultural han caído en el olvido. La joven andrógina que no tenía miedo a vestir como quería, que se atrevió a amar libremente y vivió según sus propias normas, es recordada como la amante que descolocó el mundo de Sibilla y que luchó con Eleonora por los derechos de una obra.
Sin embargo, Lina Poletti escribió por la guerra, como crítica estudió a Dante Alighieri publicando varios estudios sobre el poeta florentino y, además, en lo personal se volvió a enamorar. Esta vez se trató de su paisana la condesa Eugenia Rasponi (1873-1958), una joven de Ravenna con la que viviría una relación estable de cuarenta años que duró hasta la muerte de esta. Con ella se trasladó a Roma donde ambas contribuyeron a la difusión de teorías antifascistas, razón por la cual su casa fue visitada en más de una ocasión por la policía fascista. Ambas viajaron por Europa y Oriente y tras la muerte de su amada, Lina se establecería en Sanremo donde murió en 1971.
Una mujer que vivió su sexualidad abiertamente, que enamoró a dos mujeres conocidas por contribuir a la lucha por la liberación de la mujer y que, a pesar de la sociedad fascista, no dejó de vivir según sus normas. Lina Poletti quizás haya caído en el olvido literario pero su contribución a la historia de la apertura homosexual en la Italia de principios del siglo XX no debería caer en saco roto.