Furiosa Escandinavia

‘Furiosa Escandinavia’: no tan fiera como la pintan

En el mes escaso en que Furiosa Escandinavia ha estado en cartel en Madrid, en la sala pequeña del Teatro Español, ha cosechado un buen número de críticas elogiosas. Se trata de la obra ganadora del premio Lope de Vega 2016, cuyo autor, Antonio Rojano, cita a Proust y su En busca del tiempo perdido como inspiración. Nada menos.

Así que, con estos previos, se hace difícil divergir de la entregada opinión mayoritaria. Qué se le va a hacer. La misma obra ya propone que no hay una sola verdad, así que tómese su lema como disculpa.

Furiosa Escandinavia teatro Madrid
La cena entre amigos , uno de los mejores momentos de la obra. Furiosa Escandinavia || Fuente: www.teatroespanol.es

La teatralidad de la obra

Ante todo, para evitar controversias sobre el prestigioso galardón, hay que subrayar que esta reseña concierne a la obra de teatro, no solo a su texto. Y es este un apunte necesario, puesto que como espectadores no se tiene el libreto entre las manos, sino que se asiste a una puesta en escena que ha de trascenderlo. Así pues, que el texto tenga un alto valor literario, como no se cansan de repetir las críticas que lo califican como rico, profundo y lleno de recovecos, no viene al caso, o al menos totalmente, porque de lo que se trata es de su capacidad de crear ese momento único e insustituible que es la ocasión teatral.

Pero aún en el texto, además de la referencia manifiesta a Proust (recogida luego por Velasco a través de proyecciones en una pantalla), también subyacen otras, menos relacionadas con la alta cultura. No se trata de la expresa mención a Los soprano, sino también del gato parlante que recuerda al mucho menos destacable (por comercial) Murakami y su Kafka en la orilla o la relación con Olvídate de mí, de Gondry. ¿Cómo olvidar Montauk, aquel lugar donde también hacía mucho frío y en el que, en un lenguaje cinematográfico más claro y honesto, también se ponía en cuestión el valor de la realidad y los recuerdos?

Furiosa Escandinavia teatro Madrid
En primer plano Francesco Carril como Balzacman y Sandra Arpa, como Erika. En segundo plano, Irene Ruiz || Fuente: www.teatroespanol.es

Y es que los temas que se tratan en la obra, como punto de partida, puede que tengan afán de universales, pero quedan al fin en preocupaciones que, involuntariamente, retratan lo que se supone que critican: la vida pequeñoburguesa de estos tiempos.  Es con este material con el que Víctor Velasco ha de trabajar.

En acción

En la Furiosa Escandinavia representada bajo la dirección de Víctor Velasco hay muchos aciertos. Una escenografía atractiva y efectista, con una especie de pecera que permite el uso del espacio por todos los personajes, en un sol de medianoche onírico que justifica al menos la referencia nórdica. La simultaneidad de planos juega con nuestra conciencia multiaérea en las redes sociales , y el juego con los recuerdos en la escena de la cena -en la que el vacío es un personaje más-  es el momento más brillante de toda la representación.

Pero igual que los recuerdos devienen raptos intermitentes, la fuerza dramática de la pieza también. En parte por una interpretación descompensada. Hay un protagonista carismático y excesivo (Balzacman, Francesco Carril) y una partenaire (Erika, Sandra Arpa) que solo parece destilar enfado y una dicción monótona que no llega al espectador. A su alrededor, giran dos sombras que son la pareja amiga y cuyos personajes se quedan en arquetipos, pese al correcto ejercicio de los actores (David Fernández e Irene Ruiz), siendo esta última una excepción brillante en su momento bufonesco como escandinava sexual.

La sensación final con Furiosa Escandinavia remite más al frío y la distancia de las tierras polares que a la magia de la aurora boreal.