«El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo.» Nietzsche no pensaba en Tim Burton cuando escribió esto, pero desde luego es aplicable a esta particular figura del cine. Si existe algún cineasta que no trata con términos como normalización, pensamiento de masas o estética adecuada, ese es él.

Nacido en 1958, Tim Burton nunca observó su alrededor con el mismo cariz que los demás. Desde bien joven, se dedicó a sus labores artísticas, en un principio incorporándose a la plantilla de Disney. Esto no duró, pues sus diseños no eran compatibles con la idea edulcorada y para todos los públicos del estudio de animación. Es por esto que Tim Burton trabajó durante años para Disney sin que se usara ninguna de sus ilustraciones. Pero las particularidades del señor Burton van mucho más allá, lo que le llevará a abandonar el prestigioso estudio de animación. Tanto es así que en la actualidad su estilo es inimitable y reconocible por todos los amantes de su obra.
Tim Burton: la estética y la historia
Por todos es sabido que la carrera del director californiano está llena de altibajos. Aclamado y odiado por la crítica, considerado director de culto o simplemente desfasado y excéntrico, la estabilidad no existe en su trabajo. Cada película de Tim Burton cuenta una nueva historia, en un nuevo universo, diseñado hasta el mínimo detalle para crear una atmósfera propia. Tim Burton no cuenta cuentos, crea mundos. Siempre contando con esa pátina de lo más gótico convertido en algo dulce y muy pasional, nacen personajes como Eduardo Manostijeras, que representa la oscuridad y al mismo tiempo la más absoluta ternura.

La estética gótica y romanticista es un rasgo intrínseco en el estilo del director, pero hay mucho más que descubrir en esta particular mente. Cierto es que Tim Burton nos lleva a su mundo de Batman donde Ciudad Gótica es exactamente eso. Pero tan pronto uno contempla su corto Vincent, influido del expresionismo alemán e impregnado de dramatismo, como Charlie y la Fábrica de Chocolate, donde todo es color y música.
Tim Burton cuenta con innegables influencias como el trabajo de Vicent Price, la obra de Edgar Allan Poe o las ilustraciones de Edward Gorey. Esto puede ofrecer una imagen del director oscura y tenebrosa, pero nada más lejos de la realidad. Por supuesto, Burton puede ser el más macabro, pero también crea relatos donde el espectador se encariña de los personajes nada más aparecer en pantalla. Con todo esto el director busca, a través de muy diferentes vías, la plasmación de la misma idea: Lo distinto y lo extraño puede ser hermoso, lo más hermoso que uno haya contemplado.
Un Burton en cada película
Todo aquel amante de Tim Burton sabe que debe buscarle en cada nueva historia. En su filmografía se aprecia cierta tendencia a autorretratarse una y otra vez. Desde sus inicios, con el cortometraje Vincent, Burton crea personajes que sean, en cierto modo, su reflejo en el espejo. A lo largo de sus trabajos existe una especie de conjunto de alter egos del director, como lo son Eduardo Manostijeras, Lydia en Beetlejuice, Jack Skellington en Pesadilla antes de Navidad o Ichabod Crane en Sleepy Hollow. Todos estos personajes tienen algo en común: un punto de vista que no concuerda con la sociedad que les rodea por lo que son marginados, incomprendidos o ignorados.

El director se ha rodeado a lo largo de su carrera de inadaptados que han conseguido entender su visión y ayudarle a expresar su arte. El compositor Danny Elfman o el polifacético Johnny Depp son parte fundamental en el universo de Burton. Siguiendo estas premisas, Tim Burton se ha enfrentado a todo tipo de retos. Desde la animación hasta la sangre más real, desde el goticismo más puro al color más brillante, desde el drama más abrumador a la risa más auténtica.
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