A los Negacionistas
Que no le quede pluma a chulo alguno
entintémoslas con vino tinto barato
para escribir sobre espaldas de hermosas transeúntes
hijas de la patria de los muertos en vida.
Escupamos pues nuestras verdades en sus caras sinvergüenzas,
escribamos a clandestinas de senos jóvenes o con arrugas,
robémosle un instante de pánico a la eternidad.
Si la poesía ha muerto
profanemos su cadáver y pasémoslo en nuestras libretas,
recodifiquemos el verbo
para que la palabra afile sus puñales nuevamente.
Olvidemos lo neo y los ismos,
que al final siempre llegaremos tarde a todo.
Mantengamos nuestros traseros en el tren sin ruta,
contemplando hermosos árboles que nunca serán inútiles libros.
Señores es hora de incendiar el pasado,
apostar a lo perdido,
al poema solitario
al dios que muere en cada uno de ellos.