Discutir sobre la autenticidad de expresiones musicales puede volverse un asunto espinoso partiendo de que se considera, ante todo, que la música está viva. Sin embargo, la industria cultural parece que siempre encuentra una manera de masificar y vender tanto como puede. Es en esta cuerda floja que la música lucha para mantenerse viva e innovadora.
En los 50, antes de los Beatles y la explosión del Rock’n’Roll, la industria fonográfica de EEUU había apostado por una controvertida tendencia asumida por músicos de orientación clásica o jazzística que se aventuraban a explorar la música autóctona de partes lejanas del mundo. En aquellos tiempos, la música instrumental conducida por big bands u orquestas, como la llamada comúnmente de Easy Listening, era un importante segmento de la música pop, exitoso entre la clase media estadounidense.
Más allá de las composiciones, basadas en la música de lugares como Polinesia, el Sudeste de Asia, Sudamérica y África, los discos se vendían como si fueran un tipo de «turismo sonoro», con mujeres semidesnudas y paisajes coloridos en las portadas. Se trataba de una visión fantástica y algo postiza de cómo sonaba la música de estos lugares e incluso de cómo era la vida en estos lugares.

Exotica!
Rituals of the Savage, del arreglista y compositor Les Baxter, es el disco pionero en esta tendencia. Lanzado en 1951, presenta una interpretación orquestada de ritmos africanos, sudamericanos y caribeños. Baxter ya era un icono del jazz big band de los 40, siendo muy prolífico en esta tendencia. Otro icono dentro de este movimiento es el pianista Martin Denny, cuyo nombre del disco Exotica, de 1957, acabó por nombrar el género como un concepto.
Martin Denny exploró los ritmos polinesios y asiáticos tras haberse instalado en Hawaii. Su pequeño grupo de inspiración jazzística estaba formado básicamente por músicos hawaianos que vestían ropas típicas y se presentaban tocando instrumentos polinesios y haciendo sonidos de pájaros. En este grupo se integraba otro nombre de peso, el vibrafonista hawaiano Arthur Lyman, cuyo disco más ilustre es Taboo, de 1958.
El género Exotica, así como el space age pop, forma parte del pastiche musical de los 50 y 60, donde se intentaban emular experiencias sonoras paradisíacas de los trópicos o de la vida en el espacio. En ambos casos, lo desconocido era vendido como una postal turística que alimentaba un imaginario occidentalizado y que no se correspondía con la realidad.
Martin Denny en directo en los 60’s.
Los nativos también hacen música
La polémica alrededor del género estaba servida por la presencia, además, de músicos del «tercer mundo» en este museo sonoro industrial. Hay que recordar que, en este mismo periodo, la bossa nova se daba a conocer al mundo bajo la ola del easy listening, abriendo el mercado fonográfico de EEUU para artistas latinoamericanos. En la línea de Exotica, hay dos ejemplos especialmente destacados, el arreglista mexicano Juan García Esquivel y la cantante lírica peruana Yma Sumac.
Esquivel fue reconocido como uno de los mayores compositores y arreglistas de su tiempo, haciendo músicas para la TV, películas y discos lanzados tanto en México como en EEUU. Era especialmente conocido por combinar el formato big band con ritmos latinos, incluso haciendo versiones de canciones tradicionales como «La Bamba» y «Bésame mucho».
Yma Sumac alcanzó el éxito en EEUU gracias a Les Baxter, que fueron los productores de su primer disco Voice of the Xtabay en 1950. Sumac fue una de las mayores cantantes soprano del mundo, de registro vocal agudísimo, y trabajó con música andina orquestada. A la vez, estos dos ejemplos pueden poner en duda el lugar de la autenticidad de la música hecha bajo este género.
Sin embargo, los músicos, y sus nacionalidades no eran el problema real. Cabe remarcar, por ejemplo, que el proprio Arthur Lyman era hawaiano de ascendencia asiática y europea. El problema crucial era el mercado en sí, la industria, que vendía la música de manera sensacionalista, teniendo en cuenta que el mérito musical e innovador de estos artistas era innegable.

Abriendo nuevos caminos
El éxito comercial de este género instrumental se acabó en los 60, con el boom del rock, pero el easy listening y la Exotica hicieron historia en la globalización de la música, abriendo el gran mercado fonográfico para artistas y ritmos de otras partes del mundo, todavía bajo otro término quizá más problemático, world music.
World music es un término comercial generalista creado para definir toda la música hecha fuera de EEUU e Inglaterra que no esté cantada en lengua inglesa. Aunque también sea usado para definir la música hecha en Europa, el término algunas veces gana un uso estereotipado cuando se trata de definir la música de países subdesarrollados de África, Asia y América Latina.
Si en la Exotica la propia música era hecha y vendida como un estereotipo, con la world music el mercado tiene su «modelo vivo» del artista local y puede venderlo con alguna ilusión de respeto o tratamiento igualitario de su música ante los iconos del gran mercado fonográfico.
Sin embargo, en las décadas recientes, grabadoras y sellos musicales pequeños, como la serie Explorer de la Nonesuch Records, Putomayo y Sublime Frequencies han intentado seguir publicando música de regiones lejanas, y casi siempre pobres, cambiando el foco para los artistas locales, independiente de su potencial comercial. Es así como tratan de garantizar la visibilidad y distribución mundial para la obra de estos globales artistas locales.