Al entrar en la sala para ver Fuera de Juego suena una y otra vez una famosa canción de Pulp, lo que presagia al acomodado espectador que va a presenciar la historia de una persona normal. Las imágenes de edificios derrumbándose como castillos de arena que apoyan a dicha canción nos indica que asistiremos al desmoronamiento de un hombre, de Gerard Smec. Alguien normal, un tipo tranquilo y fiable que ha caído en desgracia por culpa de una situación desgraciadamente normal: dos años de paro.
La historia de Gerard Smec es la historia de muchas personas que, por culpa de la crisis de 2008, perdieron su trabajo y no han podido volver a estar en activo. El protagonista es un profesional al que el departamento de recursos humanos ofrece trabajos no cualificados que no está dispuesto a aceptar. Lo perderá todo por culpa de esta situación. “Todo” abarca desde su mujer hasta su dignidad, su bonhomía y, finalmente, su vida. Nada justifica la evolución de Smec, excepto los hechos relatados. El devenir de un hombre desesperado. Un hombre apartado. Un hombre que es considerado poco menos que un estorbo para la sociedad. Un hombre en fuera de juego.

Una buena propuesta
Fuera de juego es la interesantísima propuesta teatral que la compañía La Caja trae a la madrileña sala Nave 73 este mes de enero. Una pieza del destacado dramaturgo francés Enzo Cormann traducida por Fernando Gómez Grande. Iñigo Rodríguez-Claro dirige con acierto esta obra con la ayuda de un talentoso equipo en el que destaca la excelente iluminación del montaje, además de la justificada conjunción de vídeos y música con la dramaturgia.
La pieza teatral de Cormann rezuma una actualidad insultante, se agarra al estómago del espectador y trata de tirarlo al suelo. ¿Quién no conoce el drama de un parado de larga duración? ¿Quién es ajeno a esta desgracia? Todo aquel que se acerque a Fuera de juego sentirá repulsa hacia los factores que causan la desdicha de Smeg, pero también repudiarán al protagonista y se reirán con él y de él. Al fin y al cabo, Fuera de juego es una vida cotidiana, palpable. Una propuesta histriónica, repulsiva, tragicómica, mezquina y cruel. También alegre, poética, sentimental e irónica.
En ocasiones, el espectador común asiste a ciertas obras teatrales en las que el uso de las nuevas tecnologías entran con calzador. Este no es el caso. Cada uno de los vídeos, cada uno de los juegos con micrófonos, los discursos e, incluso, la metaficción que tienen cabida en escena, están plenamente justificados. Más allá de abotargar, aportan valor escénico. Sitúan, divierten, entretienen.

El acertado reparto de Fuera de Juego
Ion Iraizoz interpreta al condenado Gerard Smec con los arrestos de un actor que según va dando réplicas se va creciendo hasta ocupar toda la escena. Gana naturalidad en la dicción y encaja en el carácter miserable, furioso y patético del personaje. Además, Iraizoz tiene la suerte de compartir escena con Mikele Urroz y José Juan Rodríguez, dos excelentes y versátiles escuderos capaces de pasar del patetismo al drama. Entre los tres se puede sentir una química especial. Se conocen, reconocen la valía de sus compañeros, se sostienen y se retroalimentan.
La Caja no se esconde. Se cambia de vestuario en escena, se ríe y bebe cerveza delante del espectador. Interpreta con naturalidad, sin miedo. Habla a la cuarta pared con respeto y sin ambages. Pero no muestra sumisión. El público puede ser y es soberano, pero sobre todo es tratado como una parte más de la función, con cercanía. La Caja desmitifica el teatro para ponerlo en su lugar exacto: la tragicomedia que es la vida.
Fuera de juego es el tercer montaje de esta joven compañía. De su breve historia, en la que ya han tenido el sano atrevimiento de representar a Brecht, se vislumbra una forma muy personal de hacer teatro con la que compartir sus inquietudes con el público. Están señalando el camino que quieren recorrer. Los primeros remiendos se antojan prometedores.
