Somos humanos. Esto se comprueba con el ejemplo de la rosa que pincha un dedo y hace surgir una resbaladiza gotita de sangre. Una muñeca no sangra, un retrato no sangra, aunque sea el de Dorian Gray. Los androides… tampoco sangran. Aunque quizá esta máxima final necesite una rápida revisión. Blade Runner y Westworld han sabido ofrecer otra versión del final de la historia: aquella en donde el androide sangra, pero el humano no.
Blade Runner, un clásico humano
Blade Runner se basa en la novela Do Androids Dream of Electric Sheep?, firmada por el escritor estadounidense Philip K. Dick. La historia llamó la atención del director Ridley Scott y fue llevada a la gran pantalla en 1982.
Harrison Ford encabeza el elenco, junto con Sean Young, que interpreta a la joven y sofisticada Rachel; Daryl Hannah como la androide de placer Pris, antes de ser la enfermera de Tarantino; y Rutger Hauer que pone piel al androide Roy Batty. Como curiosidad, cabe señalar que en una entrevista al fallecido Constantino Romero, confesó que el propio Rutger alabó el doblaje que el español hizo de su personaje.

«More human than human» es el emblema de la Tyrell Corporation y se refleja constantemente a lo largo de la película. Vivir es lo único que desean los androides; agarrarse a la vida con desesperación, apreciando cada instante de ella.
Deckard es el encargado de capturarlos. Sin dudarlo, da muerte a Zhora y la abandona en un charco de sangre. El rostro de Deckard transmite sentimientos de pesadumbre y arrepentimiento tras el cruento acto que acaba de cometer.
Rachel es una atractiva muchacha que colabora en la Tyrell Corporation. Su perfección es tal que es el primer androide a quien Deckard pasa un test para comprobar sus reacciones. Por supuesto, Rachel no sabe que es una replicante y con una tranquilidad reposada se limita a realizar la prueba.
Más humanos que los humanos
Una de las características que poseen los androides es su adoración hacia los objetos que representan el pasado. Al no gozar de recuerdos ni de infancia, las fotografías de madres, de abuelas y de paisajes son apreciadas sumamente por todos ellos. Incluso sabiendo que esas imágenes no significan nada.
Una interpretación nada disparatada afirma que el propio Deckard es un robot más, como aquellos a los que pretende cazar. Se dice que hay un momento en la película en la que sus pupilas proyectan la misma luz artificial que caracteriza a los demás androides.

Nada es casualidad en una película, y en el fotograma Rachel y Rick Deckard acusan el mismo resplandor anaranjado en los ojos, marca de la artificialidad del «producto». Además, en un instante de la película se puede apreciar que sobre el piano de Deckard descansan decenas de fotos familiares acumuladas. Aparte del origami y el unicornio.
La muerte del propio Roy es un canto a la vida. El actor improvisó su discurso final, añadiendo la bella metáfora de las lágrimas de la lluvia:
He aquí traducido al español:
«Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Naves de ataque en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo… como lágrimas en la lluvia.»

Hora de morir también será la hora última, la mortal, la que acompaña a humanos y a androides. Y todos esos momentos se pulverizarán con la llegada de la dama negra de guadaña fina, sea esta provocada por un botón en modo «off» o por la apagada vejez.
Westworld, sangre a raudales
La HBO se alza como la productora americana televisiva más destacada en cuanto a series se refiere. Carga ya a sus espaldas títulos como The Wire, Los Soprano, True Detective o Game of Thrones, Su negro acrónimo levanta un respeto en toda casa particular provista de sus buenos cubos de palomitas.
La más sonada estos días es Westworld. Basada en la película homónima de 1973, esta serie narra los acontecimientos que se suceden en un parque de atracciones que acoge todo tipo de visitantes.

Allí, bajo la apariencia del lejano oeste, un desfile de personajes desarrolla sus vidas. Se crea así un total de más de 200 historias que se suceden paralelas y que invitan a los visitantes a tomar parte de ellas.
Burdeles con prostitutas, cazas del tesoro o búsquedas de asesinos como el peligroso Rodrigo Santoro son algunas de las tramas que el trepidante parque ofrece a los muy acaudalados visitantes. Sin embargo, sexo y violencia son las diversiones por las que todos los que llegan se decantan, incluido Ed Harris. El actor interpreta a un adicto al parque en busca de un nivel más de juego.

Pesadillas humanas en cuerpos artificiales
En el parque, los únicos que no saben lo que realmente son serán los propios robots, que se convierten en objeto del sadismo de los newcomers que llegan. Como en Blade Runner, cada uno se limita a protagonizar su existencia y las brutalidades que sufren de manos de los humanos son disfrazadas en forma de malos sueños.
Una y otra vez son reparados, arreglando los desperfectos producidos por balas que les hieren las entrañas, y son apartados del elenco cuando comienzan a reflexionar y a sospechar que algo está sucediendo. Cada día lloran a sus muertos y cada día sufren violaciones de las que no recuerdan nada al día siguiente. Solo una tenue pesadilla. Los domingos HBO deleita a los espectadores con una nueva entrega de esta serie en donde solo faltaría la banda sonora de Ennio Morricone. Por recordar viejos tiempos.
En resumen, en Blade Runner los androides se agarran a sus recuerdos y se lamentan por la fragilidad de sus vidas. Los habitantes de Westworld se lamentan de forma desgarradora ante el asesinato de un padre. Pero, al mismo tiempo, los humanos persiguen matar a los primeros y violar y asesinar a los segundos.
Cabe ahora coger la rosa, pincharse, ver la sangre correr y hacerse de nuevo la misma pregunta: «¿quiénes son los que sienten?»