Poeta, político, filósofo, lingüista, son muchas las profesiones que ejerció Dante Alighieri a lo largo de sus 56 años de vida. Un poliédrico carácter que se ha mantenido vivo a lo largo de los siglos. No solamente es considerado uno de los padres de la lengua italiana sino también la mano ejecutora de una obra que aún permanece indescifrable en muchos de sus aspectos.

Durante siglos degli Alighieri, más conocido como Dante, ha acompañado a millones de lectores en su descenso a los Infiernos. Y, mostrándose misericordioso, también en su ascenso al Paraíso, siempre y cuando se expíen antes los pecados en la montaña del Purgatorio. Un viaje que realiza el propio Dante, esta vez como personaje, y que hace de la obra un juicio moral, político e histórico de la sociedad florentina del momento. Se trata de la Divina Comedia, o la Commedia tal y como la tituló su autor antes de que otro de los grandes italianos, Giovanni Boccaccio, añadiera el Divina.
El Infierno de Dante en el exilio
La Divina Comedia es un viaje narrado con versos que engarzan alegorías creando un tejido intrincado de ideas éticas y de críticas políticas. Y es que el poeta florentino sufrió el exilio, se vio expulsado de la ciudad que lo vio crecer y fue castigado a no volver so pena de humillación pública. Su orgullo, de hecho, le hizo jurar no volver a Florencia ni muerto y, así fue, la tumba simbólica de Santa Croce permanece vacía. Los admiradores del gran poeta deben viajar a la ciudad que lo acogió, Rávena, para encontrar en una humilde capilla, ubicada en una calle que lleva su nombre, la tumba con sus restos.
Beatrice, un amor de instituto
Su gran obra lo encumbró como poeta universal. Un poema compuesto por más de 14000 versos donde la rima y el ritmo no descansan. Tres cánticas que representan los tres reinos de la vida eterna y que narran la historia de un hombre perdido por la muerte de su amada. Es decir, su amada, no su mujer, Dante se casó con la desconocida Gemma Donati a la que dedicó su vida, pero no su obra. Sí, el concepto de amor platónico es así, inspirarse en un amor imposible para crear una de las obras más grandes de la literatura universal. Bearice Portinari y Dante Alighieri, según los datos históricos, ni siquiera intercambiaron una palabra. Quizás, un leve saludo con la cabeza en alguna de las únicas tres ocasiones en que llegaron a encontrarse. Quién sabe, una mirada es capaz de hacer correr ríos de tinta si la pluma cae en las manos adecuadas.

Dante creó un enigma, un imaginario y un texto irrepetible que lo coronó como uno de los grandes de la literatura. Su nombre y su obra han cruzado océanos, el poema dantesco ha sido traducido a miles de lenguas y ha inspirado otras tantas miles de obras. Los investigadores y sociedades de estudio que se han acercado al poema siguen sin parar de descubrir nuevas ideas.
La presencia de citas, alusiones o paráfrasis no solo dentro de la literatura italiana sino a nivel mundial ilustran la importancia de la obra y, como consecuencia, la de su autor. Hoy en día, obras del último siglo como El Club Dante de Matthew Pearl, o el mucho más reciente, Inferno de Dan Brown, acercan el poema al gran público. Un autor que, a punto de cumplirse el 750 aniversario de su desaparición, sigue inspirando, sigue creando quebraderos de cabeza y continuará haciéndolo mientras el enigma dantesco siga despertando curiosidad.
Dante Alighieri, escritor del siglo XXI
Dante es un poeta atemporal, ha sido capaz de superar las barreras del tiempo, del espacio y de la lengua. Su texto es mucho más accesible gracias a la infinidad de análisis y comentarios realizados por estudiosos y especialistas. Las ediciones son miles, adaptadas o no, dependiendo del público lector.

Porque Dante ha llegado al siglo XXI, se ha adaptado a la lengua y a la sociedad, ha entrado en la tecnología e, incluso, se ha convertido en protagonista de videojuegos o de mangas. Aunque el personaje cambie y la historia se transforme, la esencia dantesca permanece intacta como inspiradora incansable.