Salvador Dalí nació en Figueras, en el año 1904. Desde su pronta infancia ya despertaba cierta curiosidad por el arte, lo que provocó que dejara de lado las asignaturas en el colegio, ya que no le atraían nada. Tras una infancia a trompicones familiares, al fin, en 1923 Dalí viaja a Madrid, y se instala en la famosa Residencia de Estudiantes, donde conocerá a grandes personajes que en el futuro se asentarán como piedras angulares de la cultura española. Lorca, Alberti, Pepín Moreno o Buñuel serán algunos de los más sonados.
Rápidamente Dalí se convirtió, realizando experiencias en todas las direcciones posibles de la plástica avanzada en una de las presencias más sonoras del arte vanguardista. Desde principios de la década de los veinte, sus dibujos emergían en todas las revistas a través de la cuales el arte español se trataba de modernizar.
Dalí en el extranjero
Tras idas y venidas por todo el territorio Dalí da el paso más importante en toda su vida, cruzando la frontera y llegando hasta París, donde compatriotas suyos como Miró o Picasso eran ya famosos hacía diez y treinta años respectivamente.
Cuando Dalí se incorporó al grupo surrealista en París, el movimiento atravesaba momentos de fuertes contradicciones internas. La vitalidad y la extravagancia de aquella joven promesa española resultó decisiva para la renovación y proyección del grupo, del que también por su parte absorbió energías que resultaron la etapa más apreciada de su obra. En teoría sus mejores cuadros fueron el fruto de la aplicación del llamado «método paranoico-crítico», que Dalí definió como un sistema espontáneo de conocimiento irracional basado en la interpetación interpretativo-crítica de los fenómenos delirantes.
La plasmación de sus obsesiones personales es el motivo que aglutina la mayor parte de sus telas en esta etapa, en la que se sirvió de técnicas del realismo ilusionista más convencional para impactar al público con sus insólitas e inquietantes visiones, que no en pocas ocasiones aluden directamente a la sexualidad.
- En 1934 viaja con su ya inseparable mujer Gala a Estados Unidos. Allí, gracias al escritor vienés Stefan Zweig, conoce a Sigmund Freud, quien había sido el gran inspirador en la estética surrealista. Éste, tras conocer a Dalí cambia de opinión hacia los surrealistas, a los que consideraba unos borrachos que le han escogido a él como santo patrón.
Vuelta a España
En 1948, Dalí regresó a España, fijando su residencia en Port Lliigat. Por esta época, se creía que el pintor extravagante ya había gastado sus cartuchos de frívola genialidad, pero nada más lejos de la realidad, puesto que le quedarían cuarenta años de caprichosa producción y de irreductible exhibicionismo, con apariciones públicas como la que protagonizó en diciembre de 1955, cuando se personó en la universidad de la Sorbona para dar una conferencia en un Rolls-Royce repleto de coliflores.
Durante los años sesenta, Dalí fue el avalador del estilo hiperrrealista internacional que, saliendo de su paleta, no resultó menos inquietante que su prólija indagación sobre el ilimitado universo onírico.
Un 23 de enero de 1989, dejaba de latir el corazón del genio del pincel, dejando como legado a la nación española todo su patrimonio. Al ver un cuadro de Dalí de cualquier etapa, siempre nos vendrá a la mente ese bigote con la guías hacia arriba y totalmente engominadas o sus ojos abiertos, casi queriéndose salir de las cuencas. Su producción artística cambió la forma de realizar un cuadro, dejando en entredicho a cualquier pintor de cualquier época, o ponérselo difícil a cualquier extravagante que quiera llamar la atención de algún modo.
Sabía que era necesario encontrar el punto débil en las armaduras de los otros. Sabía que, para convencer es suficiente esperar y desearlo y que mi delirio comunitativo sería reconocido por todos como prueba de mi genio… Tropecé con muchos crótalos a quienes arranqué su veneno y con sus pieles me he hecho un billetero.
– Salvador Dalí.