La jovencísima poeta Lara Peiró (Valencia, 1994) bautiza su primera incursión en las letras españolas con un guiño melómano. Sin embargo, y al igual que pasaba con Love of Lesbian, “Los días no vividos” versa sobre lo contrario. Este breve pero intenso poemario es una crónica de días que Lara Peiró, como demuestra la verdad que se respira en sus poemas, ha vivido. Por vivirlos, experimentó la necesidad igualmente intensa de sacarlos de sí misma, de convertirlos en su criatura viviente. Gracias a este impulso, brota una nueva esquirla de cristal. Al tomarla en sus manos, el lector puede herirlas a placer mientras contempla su reflejo.
Poesía sin pedir permiso ni disculpas
Afortunadamente para aquellos que gustan de la poesía moderna, hace ya tiempo que cayó la tiranía de la rima estricta. Es un logro previo a la generación millenium, que sin embargo se ajusta plenamente a su discurso. “Los días no vividos” se compone así de diecisiete poemas, a veces de un único verso, y prosa poética a partes iguales.
Igualmente modernos son el lenguaje e iconografía que Peiró emplea para modular su voz. Todos aquellos que persiguen el sueño de la escritura en cualquiera de sus géneros se han enfrentado a ciertas cuestiones. ¿Harán las referencias modernas (Youtube, emoticonos, ¡memes!) envejecer prematuramente al texto? ¿Le restarán valor literario, seriedad, rigor? ¿Cuál es la frontera entre el uso llano, natural de la lengua, y la vulgaridad? Si la autora batalló también con estas preguntas, parece evidente que encontró su propio balance.
Que algo, mucho, de autobiográfico hay en los versos de la valenciana es algo que se revela al compartir con ella impresiones sobre su obra. Es un rasgo frecuente en la prosa y casi ineludible en poesía. Sin embargo, hace falta valor para convertir las experiencias y sentimientos propios en representaciones para el lector. La sombra de otros sobre la palabra es alargada. Peiró no se detiene, hace lo único que puede: escribir.
Motivos, desvelos, temática en la obra de Lara Peiró
Y para ser la primera obra, no lo hace mal. “Los días no vividos” es un volumen de temas que no pueden ser originales en labios de una persona joven. El amor, el exilio de la infancia, el misterio de crecer y descubrir el maravilloso fraude que es el mundo. La pérdida, el desconcierto. La verdad. Ya lo dice la poeta en el poema VIII: “Comprendo la verdad / Ya comprendo / todo. / Estalla en mi boca: / el miedo / a veces es dulce”.
Son versos buenos, pero no los mejores del libro. Ese honor corresponde al poema XIII. La poeta intenta alumbrar con “cerillas usadas” (deseos ajenos, gastados) la “cueva de la indecencia”. Pero está sola y fracasa. “Hasta que mis manos / y mi universo se encontraron”, narra su voz. Entonces “nacieron / mil soles dorados, / mil soles espléndidos, / mil veces yo proyectada / en esta habitación”. El lenguaje que usa Peiró a continuación recuerda a otros nombres y generaciones. “Entonces comprendí / que la cueva nunca / fue cueva que fue mi cara / contra la tierra”.
En el poema XV hay un arriesgado e interesante juego articulado sobre las definiciones del DRAE, la poética y el álgebra. Son versos en los que hay una apuesta por la originalidad de la que la autora sabe salir airosa. “Dejando la poética a un lado: punto = cuerpo, x=yo, y=tú”. Benditas matemáticas.
“Los días no vividos” es una colección de poemas escritos en clave femenina. Sin embargo, esta clave está desprovista de las connotaciones negativas que algunos querrían asignarle. Se trata de una clave femenina porque es una perspectiva de mujer la que se encuentra en varios de los poemas.
Sirva como ejemplo el poema IX, donde la mujer recuerda a la niña y sus primeras rebeldías para concluir que “sangrar duele”. O el poema X, donde la autora y su reflejo en el espejo brindan juntas, “tan fuerte por nosotras”. Y el mejor, el poema XVII, un retrato familiar sincero pero afectuoso en el que Lara Peiró se atreve a desmenuzar los vínculos de la sangre. “Llevamos los mismos apellidos, / desgarramos el mismo útero, / y ya solo por eso nos llaman hermanas”. Disecciona también la relación de ambas con la figura del padre, marcada por su condición de mujeres. Un tendedero y un intercambio de palabras entre los padres sirven para plantearse el futuro de los amores propios.
Son estos los primeros poemas de Lara Peiró, como comenzaba advirtiendo esta reseña. Como tal, representan un camino que se acaba de tomar. Pero no hay prisa. Son muchos los días que quedan por vivir. Es de imaginar que el calendario de esta joven autora encierre muchas más agradables sorpresas. Se antoja que la espera merecerá la pena.