La locura: de “Rebeca” a Murakami

Según el DLE, Diccionario de la Lengua Española o bien antiguo DRAE en los corazones de muchos, el término locura apunta a la “privación del juicio o del uso de la razón”. Sin pretensiones de adentrarse en el universo de la psiquiatría, el tema de la locura puede girar hacia los infinitos mundos literarios, siempre en continua construcción.

Más allá del mero hecho de que un personaje sea tildado de “loco” por llevar tal o cual atuendo o comportarse de un modo poco convencional, los personajes de las siguientes obras coinciden en dos aspectos: primero, son mujeres. Segundo, algo oscuro las persigue y atormenta.

La locura en Hitchcock: Rebecca

El londinense Alfred Hitchcock leyó a Daphne du Maurier y se quedó prendado de su Rebecca. Como dato secundario, las chaquetitas que tanto aconsejan las madres a sus hijas ponerse cuando el tiempo sopla demasiado frío se llaman “rebecas” precisamente por la actriz Joan Fontaine, que las vistió para la película.

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Fotograma de “Rebecca”//canaltcm.com

En la novela, la protagonista sin nombre detalla con minuciosidad sus pormenores como nueva señora De Winter en el ingente caserón de Manderley. Rebeca es la antigua señora De Winter, muerta en enigmáticas circunstancias. Rebeca ocupa todo en el libro, cada rincón, cada página y cada pensamiento de la nueva esposa. Sin aparecer ni una sola vez, así como tampoco hay actriz que la represente en la homónima película, copa la mente de la protagonista:

“Rebeca, siempre Rebeca. Fuera donde fuera, en Manderley, me sentase donde me sentase, incluso en mis pensamientos y sueños, allí me encontraba con Rebeca. Ya la conocía por sus piernas largas y esbeltas, sus pies pequeños y estrechos. Era algo más ancha de hombros que yo y con unas manos llenas de destreza (…) Eran manos que sabían arreglar flores y construir modelos de barcas y escribir “A Max, de Rebeca”, en la hoja blanca de un libro. Ya sabía también como era su cara, pequeña, ovalada, de tez blanca y sin mácula, con un magnífico pelo negro. Conocía su perfume y podía adivinar su risa (…) Si la hubiera oído entre mil otras, hubiera reconocido su voz. Rebeca, siempre Rebeca. Jamás me libraría de Rebeca.

No ayuda a la protagonista el hecho de que la ama de llaves, la gótica señora Danvers, una mujer de cara de calavera y vestido negro, la empuje continuamente a la obsesión al compararla con la añorada y perfecta Rebeca. Con el apoteósico discurso final, que cruzan la nueva esposa y la criada, se comprende perfectamente la enfermedad de la chica:

“-¿Por qué no se va? Aquí nadie la quiere. El señor ni la quiere ni la ha querido nunca. No puede olvidar a mi señorita. Quiere quedarse otra vez solo en casa, solo…con ella. Usted es la que debiera estar muerta, no la señora de Manderley”.

La locura que trastorna a una sana jovencita de 21 años es precisamente la obsesión por una mujer que no existe, el fantasma que la persigue al rodearse de objetos que pertenecieron a la antigua señora De Winter. Peines, retratos, vestidos, cartas y hasta un camisón semitransparente.

Siempre Ophelia: la locura en Shakespeare

Ophelia de Waterhouse elestudiodelpintor
“Ophelia” de Waterhouse// elestudiodelpintor.com

En la literatura extranjera hallamos otro ejemplo de locura, quizá uno de los más famosos: la icónica Ofelia de Shakespeare. En su caso, su trastorno la vuelve lúcida al declarar sentencias como la siguiente: «¡Señor, señor! Lo que / somos, lo sabemos; no sabemos, sin embargo, lo / que podemos ser…» en donde se colige la esencia de la humanidad.

Ofelia muere al lanzarse al río. Su locura es el suicidio. La reina Gertrudis describe la escena con todo detalle. Un pasaje que suena verdaderamente mejor en inglés, pues poetas como Rimbaud homenajearon su lirismo:

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“Ophelia” de Paul Albert Steck || art-prints-on-demand.com
“There is a willow grows aslant a brook
That shows his hoar leaves in the glassy stream.
There with fantastic garlands did she come
Of crowflowers, nettles, daisies, and long purples,
That liberal shepherds give a grosser name,
But our cold maids do “dead men’s fingers” call them.
There, on the pendant boughs her coronet weeds
Clambering to hang, an envious sliver broke,
When down her weedy trophies and herself
Fell in the weeping brook. Her clothes spread wide,
And mermaid-like a while they bore her up,
Which time she chanted snatches of old lauds
As one incapable of her own distress,
Or like a creature native and indued
Unto that element. But long it could not be
Till that her garments, heavy with their drink,
Pulled the poor wretch from her melodious lay
To muddy death.”

 

Una sirena coronada de flores. Sin embargo Shakespeare, dado a ambigüedades, abre la veda para una pregunta que se lanza el lector: cómo es posible que la reina detalle lo que aconteció, si nadie presenció la muerte de Ofelia. Su locura la llevó a ahogarse en las aguas, mientras continuó cantando. Algo similar a la maldición de Lady of Shalott.

Grecia y la locura: Electra

Los griegos supieron plasmar la locura en uno de los personajes más desquiciados de la literatura: Clitemnestra. John Collier consiguió dar vida a la reina de una manera hipnótica a través un lienzo que cuelga de las bellas paredes de la injustamente desconocida Guildhall Art Gallery, en Londres.

Clitemnestra, John Collier crackcdn locura
Clitemnestra, John Collier//rackcdn.com

Clitemnestra es la madre de la famosa Electra, la que acuña el famoso complejo compañero del de Edipo, pero cuyo foco de atención es el amor que se siente hacia el padre. Su historia fue detallada de la mano de Sófocles y de Eurípides, además de inspirar la poderosa ópera de Richard Strauss que Youtube brinda de manera desinteresada para el deleite de cualquier internauta amante de la ópera.

La locura de Clitemnestra se puede describir como una culpa persecutoria: tras haber matado al justo rey Agamenón, la reina yace con Egisto y este sube al poder. Su venganza se rumió el momento en que Agamenón mató a Ifigenia, hija de ambos, en sacrificio. Clitemnestra limpia toda huella de su acto dedicándose a cubrirse de joyas y a celebrar rituales religiosos. Fanática, llega a despreciar a su hija Electra, que a su vez planea su venganza.

Desde luego la historia no retrata un cuadro de tranquila vida familiar a la fresca sombra de un castaño, sino todo lo contrario. La ópera de Strauss se basa en la creación de Sófocles. La sangre, la muerte y las almas atormentadas desfilan por ambas narraciones. La perturbada reina salta de la euforia a la tristeza en episodios que la presentan casi como un caso de bipolaridad.

Cassandra y Aegisthus conspirando para matar a Agamemnon || Pierre Narcisse Guérin
Cassandra y Aegisthus conspirando para matar a Agamemnon || Pierre Narcisse Guérin

Maestro Murakami y la locura

De manera mucho más actual, Murakami ofrece una locura negra, solitaria y acompasada de música de piano con su Shiro, uno de los personajes de Los años de peregrinación del chico sin color.

Shiro es una bella joven de piel blanca y pelo negro que pertenece a la pandilla de los cinco, Aka, Ao, Kuri, la propia Shiro y el protagonista, Tsukuru. La muchacha, cuyo nombre en japonés significa “blanco”, confiesa a sus amigos que la han violado. El que ha perpetrado tal atroz acto es Tsukuru.

Sin meditarlo, expulsan al chico de su pandilla sin explicarle los motivos para tomar dicha resolución. El ostracismo perturbará la paz del grupo, así como será causa del tormento del inocente amigo:

“La razón por la que la muerte atrajo hacia sí con tanta fuerza a Tsukuru estaba clara, un buen día, sus cuatro mejores amigos, con los que tantas cosas había compartido, le comunicaron que no querían volver a verlo.”

Fotografía de mujer, por Monica Devenan locura
Fotografía de mujer, por Monica Devenan || fubiz.net

Murakami, dado a crear atmósferas de realidades que se superponen e inclinado al juego en sus propios universos, no explica la locura de Shiro. Los problemas mentales de la joven se definen como graves y la historia que cuenta a sus amigos supone un giro de los acontecimientos en la vida de Tsukuru. Tanto es así que el propio personaje se ve tentado ante la idea de cometer suicidio, añadiendo a este artículo un ejemplo de personaje masculino:

“De haber tenido a su alcance una puerta que condujese a la muerte, la habría abierto sin titubear, sin pensárselo dos veces (…) ¿Cómo era posible que ese anhelo por morir hubiese adquirido tanta fuerza como para adueñarse de él y engullirlo? Engullirlo, sí, ésa era la palabra. Al igual que el personaje bíblico que sobrevivió en el vientre de una ballena gigante, Tsukuru cayó en las entrañas de la muerte”.

Las obsesiones, los celos, el suicidio y los fantasmas del pasado se alzan sobre los bocetos literarios de tantos personajes que han dejado huella en la mente del lector, haciéndole partícipe pasivo de sus tormentos. Como ejemplo, la publicación en 1774 de Las desventuras del joven Werther dio lugar a un crecimiento masivo de las cotas de suicidio en Alemania, siguiendo los pasos del protagonista de la novela de Goethe. La locura abre sus dedos tanto en la realidad como en los mundos ficticios. No dejemos que nos alcance.

Alicia Louzao

Exácticamente soy licenciada en Filología Hispánica y Filología Inglesa con Máster en Literatura. Los momeraths me llevaron de Madrid a Londres. Hago mi tesis doctoral sobre la literatura de los Siglos de Oro.