Yo hubiera sido Premio Nobel de Física, pero el sol, la cerveza, la playa, la coca cola, los parques y un amor me lo impidieron.
– Luis Hernández.
Las islas Aladas es el último libro recopilatorio de los primeros versos de Luis Hernández Camarero, aún cuando comenzaba a dar sus primeros pasos en el mundo de la lírica y todavía no era considerado un personaje emblemático dentro de la poética peruana y latinoamericana.
Luis Hernández nació en el seno de una familia desahogada económicamente en la Ciudad de los reyes –Lima-. Ciudad que por aquel entonces conservaba un aire aristocrático virreinal y que arrastraba lánguidamente su arcadia colonial. Antes de que aconteciera la gran migración de pobladores del interior del Perú, mayoritariamente habitantes de la sierra del país convirtiéndose, en una urbe de ocho millones de peruanos o en un monstruo de ocho cabezas que siempre han creído ser vanidosamente el Perú entero. Como lo definiría César Gutiérrez autor de un libro vanguardista “Bomb4rdero”.
En su primer recopilatorio, la poesía de Luis o Luchito o como se le suele llamar cariñosamente en los barrios de Lima y después de Vox Horrísona, antología poética. Las Islas Aladas resultan la primera compilación de los primeros cuadernos poéticos: Orilla (1961), Charlie Melnik (1962), Las Constelaciones (1965).
Debido a que el autor solía escribir a mano y dibujar sus versos con plumones de colores, obsequiándolo a sus mejores amigos, su poesía mostraba un fino gusto por las palabras y los versos coloquiales que siempre han encandilando a sus más jóvenes lectores. Luis Hernández siempre ha sido un autor para jóvenes por el aire pop y sin remilgos de sus ars poética.
Su poesía muy influenciada primigeniamente por Juan Ramón Jiménez, premio nobel, que fuera víctima de una broma pesada realizada muchos años atrás por otro joven poeta peruano -José Gálvez- con la complicidad de un compañero suyo, haciéndose pasar estos dos por una misteriosa dama peruana, llamada Georgina Hübner. Oportunidad ideal para que se les enviase libros a escondidas, hasta que el joven bardo español enamorado de aquella dama se decidiera por conocer a su secreta amante peruana, animándose a venir a estas tierras en barco, pero antes de realizar la travesía hacia el puerto del Callao los dos bribones peruanos hicieron morir a la musa del autor de Platero y yo, dejando en el desconsuelo al un joven aeda, después de muchos años sería revelada aquella mentira, empero esa es otra historia.
La Poesía de Luis Hernández fue variando a lo largo de su carrera hasta su triste desaparición en la época de la más dura de la dictadura Argentina, sobre las rieles de un tren, hasta el día de hoy una muerte no esclarecida.
Muchos de sus versos contienen frases soberbias y dignas de ser citadas -Ya que solitarios son los actos del poeta como aquellos del amor y de la muerte-, como diría el autor. Sus versos se sublimizan en el non plus ultra y tienen una sonoridad profunda por su alto grado de honestidad. Tal y como puede apreciarse en sus líneas dedicadas a la playa, al Sol de La Herradura, zona conocida por sus magníficas olas de surf.
Más allá de los canones establecidos y la experimentación que ha sufrido la poesía a lo largo del tiempo y que en muchos casos ha llegado a la misma vacuidad, Sudamérica está llena de grandes movimientos artísticos, tales como: El Creacionismo de Huidobro, la anti poesía del centenario Parra o la poesía subversiva de Roque Dalton y Enrique Cardenal, hablar de poesía es hablar del nuevo mundo y sobretodo del Perú, lugar fecundo para nuevos poetas.
Y como epilogo final al fiel estilo de Luis Hernández dedicado al genio y figura de Ezra Pound, le dedica algunas líneas:
Sé que llegaras a mi barrio
los muchachos dirían en la esquina:
Qué tal viejo, che’ su madre.
Poema número 2 del libro Constelaciones.