Uno dice «Edad Media» y piensa en una época de crisis, de decadencia, de violentos ajustes de cuentas entre pueblos. La edad de las catedrales y los castillos. La edad de las supersticiones, de la lepra, del carbunclo, del escorbuto. La edad de la ignorancia. Mil años de parón, o marcha atrás, en la evolución humana. O eso es lo que se ha hecho creer en etapas posteriores.
Según determinó el historiador renacentista Flavio Biondo, la Edad Media duró algo menos de mil años: desde la caída del Imperio romano (476 d.C.) hasta la caída del Imperio binzantino (1453 d.C.).
Grandes avances de la Edad Media
Sin entrar en las increíbles mejoras que se produjeron en la construcción y las impresionantes obras literarias que asentaron las lenguas actuales, en esos mil años se alcanzaron notables avances científicos y tecnológicos. En China, por ejemplo, inventaron la brújula. El astrolabio y el papel fueron popularizándose paulatinamente en Europa. Gutenberg desarrolló la imprenta. Se avanzó cuantitativamente en las técnicas agrícolas con el desarrollo del sistema de arreo y herraduras que mejoró el arado. También se alcanzaron importantes avances en navegación y en armas de fuego y se desarrollaron los primeros relojes con maquinarias de pesas.
Además, se popularizaron las farmacias y los hospitales, y la medicina empezó a estudiarse en las primeras universidades. Gracias a ello se produjeron progresos científicos en el campo de la medicina, como los avances oftalmológicos entre los que destaca el reconocimiento de la anatomía ocular por el científico Ibn al-Haytham en el siglo XI. Sin olvidar los progresos quirúrgicos de los cirujanos italianos Teodorico Borgognoni y Mondino de Luzzi: Borgognoni ideó el primer método antiséptico en el siglo XIII mientras que, un siglo después, de Luzzi practicó una disección en público.
Y sin embargo, el ser humano del siglo XXI insiste en la oscuridad del Medievo. La lectura que se hizo de la Edad Media desde el Humanismo renacentista entendía la Edad Media como un episodio que no había que desenterrar. La Edad Moderna había dictado sentencia: tiñó a la Edad Media de la oscuridad de la que carecía.
La concepción del ser humano y de su vida en sociedad frente a la barbarie medieval y el feudalismo hizo que la modernidad buscase en el pasado figuras en las que reflejarse. Recurrió a las antiguas Grecia y Roma y a sus grandes personajes para olvidar los importantes avances que los anónimos hombres y mujeres del Medievo habían alcanzado.
La Edad Media según Le Goff y Umberto Eco
El prestigioso medievalista francés Jacques Le Goff sostiene que la Edad Media fue un periodo de gran fervor por la búsqueda de la razón. Le Goff dedicó gran parte de su vida a dar luz a este período de la historia. En una entrevista al diario argentino La Nación dijo: «La era moderna nació en el Medievo. El combate por la laicidad del siglo XIX contribuyó a legitimar la idea de que la Edad Media, profundamente religiosa, era oscurantista».
Le Goff no está de acuerdo con Flavio Biondo a la hora de parcelar la historia, sino que recoge el guante de Braudel, quien se negaba a estructurar la historia en compartimentos estancos. «Los hechos son solo la espuma de la historia. Lo importante son los procesos subyacentes» dice. No cree, por ejemplo, que el humanismo sea monopolio del Renacimiento. Entiende que durante la Edad Media ya había una preocupación por la vida en sociedad que fue el germen de muchas de las estructuras de nuestras sociedades hiperdesarrolladas.
Otro intelectual que se muestra contrario al oscurantismo medieval es el filósofo Umberto Eco. Para Eco, la Edad Media no fue un período de características claramente reconocibles. No fue un periodo exclusivamente occidental ni una edad oscura. No ignoraba la cultura clásica ni la ciencia antigua. Por poner un solo ejemplo, el autor de El nombre de la rosa manifestó abiertamente en su La Filosofía y sus historias. La Antigüedad y el Medievo que «La Tierra nunca ha sido plana», sino que esta creencia se debió a la oposición del evolucionismo de algunas confesiones religiosas del siglo XIX.
Con sus aportaciones, Eco y Le Goff continúan alumbrando una época a la que otros grandes medievalistas como los franceses Marc Bloch, George Duby, Fernand Braudel y Lucien Febvre o los españoles Menéndez Pidal, Sánchez Albornoz y Vicens Vives ya habían dado luz.