Existen pintores a lo largo de la historia del arte que, por diversos motivos, se convierten en estandartes de una corriente artística. No necesariamente se trata de los precursores de un movimiento, sino más bien artistas cuya obra ensalza los grandes valores del género. Es el caso de Michelangelo Merisi, más conocido como Caravaggio, pintor italiano que marcó la creación pictórica de finales del siglo XVI.
La pintura de la corriente barroca se caracteriza por múltiples factores como nuevos tipos de composición estructural, así como el uso de claroscuros y la representación de figuras más cercanas al realismo. Es, en muchos aspectos, una clara ruptura con los principios del Renacimiento. La obra de Caravaggio es máximo exponente en cuanto a la plasmación de dichos rasgos. Su pintura se centra en un estilo más tenebrista, marcado por un acusado contraste entre luz y sombra provocado por una posición diagonal de la iluminación.
Caravaggio: vida y estilo
El arte de Caravaggio supuso un punto de inflexión en la pintura italiana del momento. Merisi se formó en el taller del pintor Simone Peterzano, pero pronto iniciaría su propia producción.
En 1592 comenzó a trabajar en Roma, destacando desde su llegada tanto en lo profesional como en lo personal. Se vio metido en multitud de conflictos y reyertas. Tanto es así que en 1606 asesinó a un hombre, lo que forzó su salida de la ciudad de Roma. Este traslado supuso una progresiva decadencia en su trabajo, lo que le llevó a dejar de vender cuadros y a una muerte temprana. Todo esto convierte a Caravaggio en una de las figuras más interesantes de la historia del arte, pues no solo su obra atrae la atención del público sino que su vida también fascina a los amantes del arte.

En cuanto a estilo, la producción del artista italiano se enmarca en la corriente tenebrista. Recién salidos de todo lo renacentista, muchos pintores optaron por incorporar algunos cambios en sus creaciones. La evolución de estilos pasa por momentos de transición, donde los artistas no aplican ideas comunes, sino que conforman un momento más individualista. Es lo que los historiadores posteriormente denominarán manierismo.
El estudioso del arte asiste a un progresivo abandono de la perspectiva más albertiana, de la configuración simétrica de los espacios a partir de un punto de fuga y de la constante búsqueda de equilibrio. En su lugar, y tras momentos donde los artistas experimentan con su estilo, llega la corriente artística conocida como Barroco, con Caravaggio como uno de sus principales representantes.
El pintor acude a los estratos más bajos de la sociedad en busca de modelos para sus obras. De este modo, aunque Caravaggio trabajó mayoritariamente con temática religiosa, crea vírgenes con el rostro de prostitutas y santos encarnados por vagabundos. Esto le supuso muchos conflictos con la Iglesia católica. Paradójicamente y a pesar de las polémicas, fue uno de los principales pintores de la Contrarreforma.
Grandes obras estandartes de lo barroco
Lamentablemente solo se conservan unas cincuenta obras del artista. Algunas de sus pinturas son muy conocidas, como Judith y Holofernes, cuadro que se conserva en la Galería Nacional de Arte Antiguo de Roma. Esta obra tan visceral provocó reacciones de auténtico horror en el público durante más de 100 años.
Su representación del dios Baco es una de sus pinturas más famosas. Aquí uno puede apreciar claramente la influencia que tuvo sobre su trabajo la pintura veneciana y la lombarda, por medio del uso de colores más cálidos y un mayor acercamiento al realismo. Esta obra se encuentra en la Galería Uffizi de Florencia.

Caravaggio demostró cierto gusto por lo grotesco y lo sangriento. Esto se refleja en Cabeza de Medusa, a la que representa, al contrario que muchos otros artistas, con un horrible rostro. Esta pintura evoca lo aterrador del personaje mitológico, lo cual culmina en una escena sangrienta que no deja nada a la imaginación.
La figura de Caravaggio sigue despertando gran interés en los historiadores y es reconocido en el mundo de la cultura como el artista barroco por excelencia.