Bastille se presenta en solitario en España con su segundo disco.

Si preguntas por Dan Smith, es probable que muy poca gente sepa quién es o que si lo dices rápido, se pueda confundir con uno de los padres de la economía moderna. Si enseñas una foto suya con su característico flequillo es posible que sepas integrarlo como el cantante de uno de los más prometedores grupos de indie británico de los últimos años (triunfador de los Brit de 2014). Y, si dices Bastille, es imposible no haber escuchado los coros de Pompeii, el single que les catapultó a la fama gracias a su estreno musical (Bad Blood) y que fue la señal para abarrotar un Palacio de los Deportes (lo siento, a partir de su tercer bautismo comercial, vuelve a heredar su nombre original) que colgó el Sold Out en los días previos al evento.

bastille concierto madrid

Se hicieron esperar y había muchas expectativas en ellos. Se encerraron lejos de la presión que suponía dar a su público lo que habían ido a buscar; superar el primer disco de éxito que muchas veces cae bien al oído, a la radio, a mezcla discotequera y al escenario veraniego, pero era necesario una confirmación. Se presentaban en solitario en España, sin teloneros y sin más reclamo que su propio nombre.

Subieron al mainstream estival sustituyendo en el BBK de 2014 a los consagrados Imagine Dragons, estiraron su estancia en el Arenal Sound y fueron fijos del verano nacional gracias al FIB (2015) y al MadCool (2016) donde ya se escucharon los primeros acordes en vivo de muchos nuevos temas como Lethargy (rivalizando en aforo con Die Antwoord, una de las cabezas de la primera edición de la nueva cita madrileña). Sin prisas, como su éxito y sin pausa como su trayectoria. Así se fraguó el disco y así fue la puesta en escena.

Con veinticinco minutos de espera, empezó a sonar una de sus canciones de bandera que marcará la radio formula indie en este 2017 Send Them Off!. El público reconoció el tema y se enchufó al ambiente emocional que habían preparado Bastille para esta nueva gira. Laura Palmer  marcó a las más de siete mil gargantas el camino a seguir para la noche, alternar sus canciones más conocidas de Bad Blood, con los nuevos Hits de Wild World. Sobre el escenario,  dos maniquís unidos de la mano a la vista de todos los presentes como símbolo de amistad y de unión entre todos los presentes, las luces inciden sobre ellos en las canciones más bailables.

El sentido musical de Dan Smith se ve Warmth balada intimista donde la cuerda se luce apoyado en la electrónica y en la voz del flequillo más observado del día, que creció ante su público en su penitente Snakes, antes de cantar entre el público Flaws. Durante los casi cuatro minutos siguientes, los móviles recorrieron la multitud para buscar al protagonista de la noche.

Un alegato a la vida en pareja y la superar los defectos propios junto con la persona deseada. Miradas de complicidad y electricidad en el ambiente con Oblivion, que dejó a todos extenuados antes de la nueva Lethargy que mereció más y que no puede colocarse en el Setlist antes del otro himno reconocible de la banda. The things we lost in fire, es esa pequeña taquicardia de lamento por la pérdida. Rabia y remordimiento. Ira y fuego. Es como Roma. La pasión por el amor y el fuego que pueda terminar achicharrándolo todo. Nerón, Pompeii, Bastille. Lo latino está de moda en el mundo anglosajón.  Especial dedicación de los tecladistas (Daniel C. Smith y Kyle Simmons) en esta  parte del concierto que se entregaron.

El viaje de Bad Blood a Wild World

Wild World no es solo un disco personal y emocional, sino que también tiene su parte reivindicativa social sobre la complejidad que está albergando el mundo que vivimos. The Currents (canción inspirada en la figura de Nigel Farage, líder antieuropeo británico de rabiosa actualidad tras el Brexit), The Anchor, la homónima Bad Blood y Four Walls desencadenaron en Blame, donde la percusión cobra protagonismo en un mensaje de reivindicación individual dentro de la “secta” que es la sociedad presente y la influencia de los medios de comunicación.

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No se escapa la influencia de la coyuntura política británica a través del personaje/político//demagogo/“líder social” que sirve de conductor (host) de todo el espectáculo del universo Wild World. Eso si, Bastille tiene ese punto discotequero que ha provocado que muchos DJ’s hayan mezclado sus temas en estos últimos años y su bailable versión de Corona de 1993 Of The Night fue la canción más bailada de la noche ya que, Dan la interpretó artísticamente la base acústica desde la mesa de mezclas situada en el centro de la pista. Otra vez los puños al aire se mezclaron con los móviles. Este interludio rítmico tan solo sirvió de paréntesis para recuperar el tono y darse cuenta que la propia tecnología que aporta el fan es parte del propio espectáculo.

El tema de Fake  it, nos lleva al universo de George Orwell (1984) o  Phillip K. Dick (germen de Blade Runner) son evidentes mediante juegos de cámara o mensajes (en forma de subtítulos) en las pantallas del estadio. Bien jugado Dan. La madurez  como reivindicación individual desde la masa. Muy bien jugado. De nuevo Dan se lleva  los focos,  pero Charlie Barnes con el sintetizador consiguió convencer desde la mesa con la detallista escenografía.

El broche (casi) perfecto y el buen sabor de boca de lo conocido.

Se notaba que el concierto llegaba a su fin ya que tanto The  Weight of Living como Glory (tocada con menos carga electrónica respecto al disco) pasaron de puntillas pendientes del single más importante del nuevo disco. Good Grief es la canción que cierra el show pero que irónicamente une ambos LP: es la más cercana a su disco debut y la más conocida en estos momentos para el gran público por su estribillo pegadizo.

La pasión que se echa de menos y se escapa a través de los dedos. Gran metáfora del último tema, pero que quizá debería haber permutado en la interpretación con el Send Them Off! inicial, más acorde con el final del viaje que nos ofrece Bastille en este disco. A nadie le molesta cerrar con una balada de amor rabioso, pero rompe con lo pretendido. Los replicantes de Blade Runner no lloraban por amor ni los androides sueñan con ovejas eléctricas, al menos hasta el próximo disco.

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De pronto el silencio, aunque era evidente  que el encore iba a dejar más emociones. El interludio propuesto (mitad instrumental, mitad electrónico y mitad visual) dio pie a la lacrimógena y poco conocida aún Two Evils con Dan y Will Farquarson (el teclista más versátil del grupo) desde la cuarta planta del estadio. Calidad vocal e instrumental para dar paso a Icarus que volvió a animar al público de Madrid antes de explotar de júbilo con los coros de la archiconocida Pompeii. Los “Eeo, eo, eeo, eo, eeo, eo, eeo…”, convertidos en un himno cuatro años después no dejaron de arropar a la letra que les ha hecho conocidos y por la cual una gran mayoría de los asistentes compraron su entrada el sábado. 21 canciones después, Dan, que en un varias ocasiones lució con orgullo su pobre castellano, se despidió de un público al que se ha ganado en dos horas de concierto y puede considerar ya como suyo

La madurez de un grupo llamado a llenar siempre estadios

Bastille, con este segundo disco, ha presentado una notoria evolución tanto en temas como en cuidado de su propia herencia musical. De ser vendido como un nuevo grupo indie británico adaptado a los nuevos tiempos (nada que ver con New Order  y más propio a la brecha que abrió Frank Ferdinand) y beber de todas las fuentes clásicas inglesas (los estribillos de Hose of Love, a la presentación sobre el escenario de Shop Assistants o al guitarreo de Teenage Fanclub sin ir más lejos) a crecer en un universo mainstream consolidado donde música y espectáculo se dan la mano (Coldplay, Maroon Five…) y querer tener a su vez un estilo inconfundible tanto al oído más fino como a los pies más propensos al baile.

No son los Artic Monkeys (en este caso Dan y su grupo son más ese yerno que toda suegra querría tener) pero dos buenos discos no son casualidad. Madrid (y Barcelona) les han recibido los brazos abiertos en solitario y pasaron con nota la reválida. En verano volverán a España (Arenal Sound 2017), pero con un playlist tan extenso, se hará corto verles tocan tan solo una hora. Bastille pide hueco, necesita espacio, demanda tiempo y empieza a exigir profundidad. Cosas del amor. Cosas de la madurez.

José Miguel Peñas de Pablo

Malabarista de palabras frustado. Se me dan mejor los números que las letras, pero soy incapaz de contar historias usando solo decimales, así que junté ambos mundos y me dio como resultado el infinito.