Ilustraciones por César Tezeta
La muerte, como personaje o motivo dramático principal de una trama, cobra diferentes matices dependiendo de cuándo, cómo, por qué y, en muchas ocasiones, quién interviene en el paso al otro mundo. La ópera, género pasional donde los haya, parece tener la fórmula del crimen justificado: matar por celos.
Héroes y sumisas
Los protagonistas, héroes o antihéroes, que narran su historia al son de una orquesta y nos presentan sus sentimientos y arrebatos con melodiosas palabras (a veces, no tanto), no solo luchan sino que matan por amor. Ellas, símbolos de una femineidad exagerada que representa la sumisión en el amor o, de las que se espera esa inferioridad de género, sufren las consecuencias de un sentimiento de posesión incontrolable.
Otelo matando por amor
Conocido como «el moro de Venecia», Otelo, un héroe militar que regresa a su tierra, donde su amada Desdémona se mantiene fiel y a la espera. Giuseppe Verdi les regala una escena de amor que se repetirá al final de la obra transformada en dolor y sangre; y es que Otelo sucumbe al veneno de los celos, instigado por la demoníaca figura representada por Yago, que solo deja caer unas gotas de desconfianza para desatar a la hidra. El propio Yago, en esta ópera de Verdi con libreto de Arrigo Boito, define el monstruo de los celos con la imagen de ese ser mitológico multicéfalo:
È un’idra fosca, livida, cieca,
col suo veleno sè stessa attosca,
vivida piaga le squarcia il seno.
[Es una hidra oscura, lívida, ciega,
Con su veneno ella misma se retuerce,
Vívida llaga que le despedaza el pecho]
Tras sembrar la discordia en el corazón de Otelo, los celos ciegan al héroe y acusa a su amada e inocente Desdémona de traición. La muerte de ella llegará a manos de él que, en la escena final, morirá de pena tras cometer el crimen. Además, Verdi recupera la escena de amor antes mencionada entre los amantes y la repite, esta vez con la voz de él dirigida a la ya difunta Desdémona, para justificar el acto de su héroe enmascarándolo de amor. Un último bacio a un cuerpo pálido, mudo y muerto.
Carmen, objeto de deseo
Bizet va más allá, no solo representa de nuevo los celos como móvil y excusa para matar a la amada, sino que representa la falta de libertad femenina en un mundo dominado por hombres. Carmen reitera su libertad a un Don José ya cegado por los celos, ya cegado por la humillación de verse sustituido. Un crimen justificado, quizás, por la frescura de una Carmen que pretendía decidir a quién amar pasando por encima de las normas de una sociedad donde ella ya tenía dueño.
Una representación perfecta del repetido: «o eres mía o no eres de nadie”». Don José asesina al objeto amado, porque los celos convierten en eso al ser amado, en un objeto que se ansía poseer.
Celos, aún del aire, matan
Una ópera barroca, con libreto de Calderón de la Barca y música de Juan Hidalgo Polanco llevaba por título Celos, aun del aire, matan, una obra donde los celos destruyen la promesa de un amor eterno. El título ofrece una definición breve y ajustada de un sentimiento, un arrebato o, simplemente, un impulso animal que domina al hombre, cegándolo con un poder inexistente sobre un ser humano al que solo conseguirá controlar con la muerte.
La ópera, género de pasiones arrebatadas, usa el leitmotiv de los celos para hablar de amor. Pero Otelo o Don José no hablan de amor, ansían la posesión y son culpables de crímenes que ni el mejor de los aria debería servirles de coartada.