Así como la guerra de Vietnam fue la primera guerra televisada, se puede considerar que la Guerra Civil española fue la primera guerra fotografiada de la Historia. Las sociedades europeas y sus gobiernos tenían claro que la guerra española era un ensayo del sangrante estallido que años después agitaría al viejo continente. Era imprescindible informar sobre lo que estaba ocurriendo en ese país del sur de Europa. El mundo tenía que saber qué estaba pasando en esa pobre España en la que la fuerza de los bombardeos caía por igual sobre objetivos militares y civiles.
Por eso, al mismo tiempo que milicianos de uno y otro lado llegaron a la península Ibérica, también lo hicieron reporteros como Hemingway, Dos Passos u Orwell y fotorreporteros como Capa, Taro y “Chim” Seymour. Fueron muchos los reportajes fotográficos que se publicaron en revistas europeas como las francesas Vu, Ce Soir y Regards, la británica Picture Post o la norteamericana Life.

Según el escritor mexicano Juan Villoro, lo verdaderamente llamativo de estos reportajes fotográficos es la increíble cercanía que tuvieron los artistas con los combatientes republicanos. Poniendo en riesgo sus vidas, los fotógrafos capturaban la inmediatez del combate desde las mismas trincheras, compartiendo la suerte de los protagonistas de sus fotos.
La maleta mexicana: una historia
En torno al reporterismo fotográfico del conflicto ibérico, llama la atención la historia de la llamada “maleta mexicana”. Finalizaba el año 1939 y el ejército alemán se acercaba a París en los inicios de la gran batalla que supondría la II Guerra Mundial. Robert Capa, afamado fotógrafo húngaro de origen judío y, para más inri, izquierdista, no tenía mejor opción que huir a Estados Unidos. En el camino, dejó a su amigo Csiki Weisz más de 4 mil negativos en tres cajas de cartón.

Weisz, que también era húngaro y judío, no tardaría en verse obligado a huir del viejo continente abandonando la valija en una oficina diplomática mexicana en Francia. De aquella oficina, y en circunstancias desconocidas, las cajas fueron a dar a las manos del general Francisco Aguilar González, embajador de México en la Francia de Vichy durante los años 1941 y 1942. El general, una vez terminada su labor en Francia, decidió llevar consigo, a su país, el archivo fotográfico.
Años después y por razones que también se desconocen, los herederos del exembajador entregaron a Benjamín Tarver, un mexicano apasionado por la fotografía, las tres cajas cargadas de negativos. Tarver las guardó en un armario, dentro de una bolsa de plástico, castigándolas al olvido hasta que acudió a una exposición fotográfica sobre el desastre español.
Allí, el mexicano quedó impactado por el gran parecido que las fotografías expuestas tenían con las que él guardaba en su armario. Tarver se preguntó quién podría ser el autor de esas fotografías. Tras no pocas investigaciones descubrió que eran Robert Capa, Gerda Taro y David “Chim” Seymour.

La maleta mexicana: una exposición
Tarver se puso en contacto con Cornell Capa, hermano de Robert, y el International Center of Photography de Nueva York, con la intención de sacar a la luz el contenido de las cajas. Pese a las buenas intenciones de Capa y Tarver, diez años de conversaciones no fructificaron. Hasta que no intervinieron el escritor mexicano, e hijo de exiliado español, Juan Villoro y la cineasta británica afincada en México Trisha Ziff el tema quedó paralizado.

En múltiples ocasiones se ha hablado de la importancia de la casualidad en la historia. No obstante, el historiador riguroso suele desdeñar estas elucubraciones y centrarse en los hechos. Puede que el olvido de esta maleta sólo sea una casualidad, pero lo que parece claro es que la historia de la Maleta Mexicana es, en palabras de Cynthia Young, comisaria de la exposición fotográfica de las imágenes encontradas en la maleta “Una historia mítica, una historia que no se puede inventar”.