Ilustraciones por César Tezeta
Chuck Palahniuk, conocido mundialmente por ser el autor de la novela El Club de la Lucha, adaptada con éxito al cine, continúa con su manera, entre especial y enfermiza, de crear literatura. Hasta la fecha, con una bibliografía compuesta por más de diez títulos entre ficción y no-ficción, sigue produciendo textos que impactan a un lector no siempre preparado para la sátira mordaz de Palahniuk.
Nacido en Pasco (Washington) hace 55 años y residente en Portland (Oregon), utiliza sus experiencias y la sociedad en la que vive como punto de partida para sus creaciones. Sus métodos y sus procesos para pasar de la realidad a la ficción, y viceversa, los explica él mismo en el ensayo titulado Error humano (del original, Stranger than fiction). Un libro que acumula las investigaciones que Chuck realizó para escribir algunos de sus grandes éxitos de ficción: El Club de la Lucha (1996), Monstruos Invisibles (1999), Asfixia (2001) o Diario (2003).También, en este volumen, encontramos la confesión de un escritor que necesita y huye de la gente, que lucha entre su soledad y la colectividad, características que están presentes en cada uno de sus protagonistas. En palabras del propio autor, a modo de introducción de su novela Error humano (2004): “Por si no os habéis dado cuenta, todos mis libros tratan de una persona solitaria que busca alguna forma de conectar con los demás”.

Narradores no-identificados
Cuando el lector toma una novela de Chuck Palahniuk entre sus manos, debe asumir la premisa de que una tonelada de verdades satirizadas en personajes inverosímilmente creíbles le va a transformar en un monstruo incapaz de sentir pena. Los personajes de las novelas de Palahniuk son el vacío que produce una sociedad exhausta y saturada de una doble moral que ya no convence a nadie. La sociedad que rodea al autor y que le sirve de inspiración, divide el bien y el mal a través de una fina línea que varía dependiendo de quien la trace. Esto es, una colectividad, donde los personajes de Palahniuk se incluyen, acostumbrada a ver ejecuciones en tiempo real televisadas, mientras que castigan la visión accidental de un pezón o, mejor dicho, de una mama, en directo. Dos extremos, dos visiones límite del bien y del mal que se fusionan y, a la vez, se desdoblan con la creación del narrador-protagonista y su correspondiente alter ego.

El narrador-protagonista no necesita ser identificado, solo habla – El Club de la lucha (1996) –, escribe – Diario. Un novela (2003) – o piensa – Monstruos invisibles (1999)–, pero vive a través de su proyección, manifiesta su verdadero yo en un alter ego repudiado por el propio protagonista.
Alter ego desdoblados
Tyler Durden, Brandy Alexander o, en el caso de la trilogía dantesca aún no finalizada en las entregas uno y dos, Condenada (2011) y Maldita (2013), el mismo Satán, son desdoblamientos de los protagonistas que manifiestan los verdaderos deseos de los narradores, pero ellos no temen llevarlos a cabo. Son los alter ego los que realmente hablan, son los que escupen la verdad que produce una sonrisa malévola e involuntaria en los lectores.

El humor negro, la sátira, el ridículo y las situaciones inverosímiles son leitmotiv de las novelas de Palahniuk. A los que se pueden añadir otros elementos repetitivos como la irremediable presencia de un personaje homosexual no muy bien parado; la necesidad de la enfermedad, el dolor físico o la muerte como salvación y purificación; la dependencia sexual como unión con la colectividad; y, no podía faltar, el amor, pero no un amor idealizado, sino un amor podrido, insano, más castigo que regalo.
Sexo, dolor y muerte
Por tanto, los elementos clave de las vidas de los protagonistas de Palahniuk podrían establecerse en base a estos tres puntos cardinales: sexo, dolor y muerte. En cada novela, uno de ellos se impone al resto. Así, el protagonista de Asfixia (2001), un adicto al sexo cuya madre sufre alzheimer y que le confiesa, en uno de sus momentos de lucidez, que él fue concebido artificialmente con el último resto de ADN de El Mesías, encuentra en el sexo la normalidad de su existencia. O, la protagonista de Snuff (2008), una actriz porno que pretende alcanzar la muerte durante su última película con una gang bang con más de 600 hombres, con la que intenta recaudar dinero para su hijo, concebido durante su primera película y abandonado años atrás, convirtiéndose el acto sexual en su redención.

En el caso del dolor, el protagonista de El Club de la Lucha (1996) desea sangrar y ser pataleado por el simple hecho de sentirse vivo a través de ese sufrimiento físico que, momentáneamente, da sentido al resto de su vida. También es el caso de la modelo, protagonista y narradora muda de Monstruos Invisibles (1999), cuya truncada carrera por el accidente que le desfigura la cara solo es el trampolín hacia la verdad, hasta ahora ocultada por los flashes del éxito, de la realidad que le rodea.
Y con la muerte como inicio, no como colofón, comienza la verdadera vida de Madison, protagonista de Condenada (2011) y, posteriormente, Maldita (2013), una niña apenas entrada en la adolescencia, hija de actores de Hollywood pero completamente alejada del canon de belleza idolatrado por sus progenitores, que se despierta en el infierno tras una sobredosis de marihuana. Desde aquí, debe atravesar el Infierno y el Purgatorio teniendo como cicerone a un variopinto grupo de pecadores que se convertirán en toda una familia para la pequeña.
El ‘yo’ narrativo inicia historias que hacen al lector partícipe de vidas de aparente normalidad, hasta la entrada del alter ego en acción. Vidas normales que anulan al protagonista dando el poder a la sociedad, creando vacíos que solo pueden ser llenados por actos autodestructivos, convirtiendo el sexo, el dolor o la muerte en lo único verdaderamente real de sus vidas.

Autodestrucción como salvación
Una autodestrucción que no es casualidad en ninguna de las ficciones de Palahniuk. En realidad, se trata de una autodestrucción que camufla críticas constantes a la sociedad que rodea al propio autor. El poder que alcanza el protagonista de la novela Nana al memorizar involuntariamente la letra del poema-nana que mata a todo aquél que la escucha, es, en realidad, una crítica mordaz a la falta de poder de la palabra hoy en día. Con una cancioncilla de cuna, Palahniuk otorga a su protagonista-narrador el poder de matar a cualquier persona de la sociedad con solo pensar, ni siquiera debe actuar.
El poder de la palabra, una palabra actualmente desvirtuada a la que Palahniuk confiere, de nuevo, la potestad en todos y cada uno de sus textos. Historias surrealistas en sociedades demasiado realistas que no terminan, donde el lector asume el poder de continuar la obra inacabada de los protagonistas de Palahniuk, en su propia sociedad.
Sin embargo, el lector no debe preocuparse puesto que este monstruo de la literatura ‘posmoderna’ no deja de encontrar inspiración. De hecho, sus últimos libros: Beautiful you (2014), publicado en España el pasado abril bajo el título Eres hermosa (2016) y, el aún no traducido, Make something up: Stories you can’t unread (2015); ya esperan para dar sus bofetadas de realidad y verdad a un lector que, de vez en cuando, busca cierta autodestrucción literaria de manos de Chuck Palahniuk. Sin olvidar, la secuela, esta vez en forma de cómic, del aclamado El club de la lucha, bajo el título Fight Club 2, para el deleite de los aficionados a este éxito de finales del siglo XX.
