El infierno de componer

Las palabras no salen siempre. Ni las notas. A veces te sientas delante del ordenador, con tu guitarra, con tu teclado, con tu paciencia, y no sacas nada en claro. Horas pensando se convierten en días, los días en desesperación, y al final, ni notas ni palabras son capaces de hacerte sentir nada. La cabeza da vueltas, tratando de buscar la bondad, la traición, la desigualdad, la injusticia. Pero en realidad no eres capaz de expresar nada. Llega la noche y el silencio. La cama está gritando por albergar tu sueño. Sin embargo, cuando te estás durmiendo, la inspiración decide que quiere contarte algo.

Afrontar el momento

El sueño puede contigo, es un traidor y un cobarde que ha decidido que el mejor momento para componer una canción es cuando menos ganas tienes. Pero la inspiración nunca ha sido justa, y te obligas a levantarte. Es esa sensación de bienestar, de adrenalina recorriendo el cuerpo, la que te hace sentarte de nuevo, sin saber por qué pero en tu cabeza resuenan notas que antes no habías oído. La inspiración no quiere ser forzada, por eso aparece cuando menos la necesitas.

Enchufas tu teclado, inicias Ableton Live y abres una pista de piano, cualquier piano, ahora no importa el sonido que tenga. Tocas las primeras notas. Suenan un poco vacías, un poco simples. Decides transformarlas en acordes. Nunca aprendiste teoría musical y, sin embargo, la música siempre te ha salido de la cabeza como si alguien te susurrara lo que tienes que tocar. Pero te falla la armonía. Retocas con el ratón esos pasajes MIDI, para que encajen, como si fuera un puzle de los que hacías de pequeño. Pero este tiene millones de piezas.

Música Teclado Composición
El desorden del creador || Fuente: Unsplash

¿Cómo empezar?

Harás una estructura sencilla, algo como «AABBCC». Letras para distinguir las partes de la canción, para no complicarte. Ya tienes los acordes, así que decides ir a por un ritmo sencillo antes de entrar en la estrofa. Un sonido de batería acústico, para empezar. Todo dentro del ordenador, del modo más sencillo, a horas intempestivas. El arte no sabe de horas.

De repente vuelves a bloquearte, sin saber por qué. Tienes un par de melodías para la estrofa, un esbozo para la batería y un puente hacia ese estribillo que no aparece. Y el bajo está desafinado, como siempre.

La inspiración truncada

Tocar notas sin sentido no ayuda. Es el momento de descansar los oídos un poco, escuchar otras cosas que te ayuden a inspirarte o incluso algún truco. Revertir unos acordes, variar octavas de una melodía o cambiar de tono para conseguir un variación. Claro que saber de música ayuda, piensas, pero no te agobias, con oído también se puede.

Entre una cosa y otra ya has conseguido el título, Fight for yourself. En inglés, porque al no llevar letra, llegará a más gente. O simplemente porque es lo primero que se te ocurrió.

Bloqueo mental

Llega el momento más temido por toda persona creativa: el bloqueo. De nuevo el bloqueo. Ese que tiene por costumbre quedarse demasiado tiempo. Después de las primeras notas del boceto de algo que no se va a parecer en nada al trabajo final, no eres capaz de seguir. A veces llega la inspiración y, como por arte de magia, terminas una producción, una canción o una banda sonora sin darte cuenta. Pero ahora mismo te pasa factura un mal día, los malos pensamientos. No puedes evadirte, y las preocupaciones te invaden sin dejar que la inspiración vuelva donde le corresponde.

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Vinilos a pie de calle || Fuente: Unsplash

Pueden pasar meses sin ideas. De repente tu cabeza no da para más y te deja en sequía, en un desierto falto de ocurrencias. Es una sensación que no le deseas a nadie.

Vas a la tienda de vinilos, tus aliados a la hora de buscar inspiración. Sabes que siempre hay un disco esperando a ser comprado y descubierto. El olor es indescriptible. La sensación es grandiosa. La cantidad de sentimientos que puede transmitir el simple hecho de visitar el origen de otras inspiraciones. Y empezar a samplear con lo primero que encuentres. Pequeños trocitos de canciones hechos tuyos, para componer canciones y producirlas de un modo distinto. Eso también es música.

La luz al final del túnel

No siempre encontrar un vinilo es la solución, ni la inspiración aparecerá siempre que escuches algo. Pero incluso buscando alivio en lo relajante de una banda sonora, hay momentos en que ves la luz al final del túnel. El fin de esa canción que tanto te está costando componer.

La composición final |[soundcloud url=»https://api.soundcloud.com/tracks/251987694″ params=»auto_play=false&hide_related=false&show_comments=true&show_user=true&show_reposts=false&visual=true» width=»100%» height=»450″ iframe=»true» /]

De repente se te ocurre algo, y parece magia. Borras lo que has hecho anteriormente, lo tiras a la papelera, ya no quieres saber nada más de esa canción que no quería ser compuesta. Te vienen tantas melodías, tantas armonías y arreglos, que ni siquiera el ratón es capaz de ir a la velocidad de tu mente. Primero un piano, igual que al principio, quizás un Rhodes. La programación de batería se te antoja como una marcha militar, para darle fuerza. Después, staccato de cuerdas, adornando y anunciando al coro y al órgano.

Y vuelve el piano, dramático, fugaz y rítmico. Te cuenta la historia, te narra lo que siente, te hace partícipe de la acción. Se vuelve melodía en solitario y te deja a un paso del final de la canción. La canción será corta. Corta pero intensa. Decides que ya no habrá más, que no lo necesita, que se entiende perfectamente. Te gusta y la escuchas mil veces. Y luego otras mil más, para retocarla un poco y hacer que suene mejor.

Quizá no sea la mejor composición del mundo, ni la mejor producción, o ejecución que haya, pero es tuya. Y sientes orgullo. Siempre aprendes algo nuevo de esa inspiración cobarde que te abandona cuando más la necesitas. Pero la suerte, a veces, está de nuestro lado cuando hay algo de inspirador hasta en las cosas más pequeñas. Tu mejor público siempre serás tú mismo.