La creatividad ha muerto. O al menos eso están dando a entender las productoras cinematográficas. 2016 ha sido un año plagado de remakes, reboots y secuelas en las que el cine se ha dedicado a reciclar las mismas ideas una y otra vez. Quizá esto solo sea un fenómeno o una moda pero cuesta creer que no queden grandes historias esperando a ser contadas por primera vez.
El remake, un quiero y no puedo del homenaje
Cierto es que grandes clásicos de la historia del cine nacen a partir de la literatura. Películas como El Exorcista, Psicosis o El Silencio de los Corderos le deben su nacimiento a la creación literaria y funcionaron a la perfección. Pero, por algún motivo, el cine siente la necesidad de seguir exprimiendo a la gallina de los huevos de oro.

Los monstruos de la Universal como Dracula o Frankenstein han contemplado una y otra vez cómo las nuevas adaptaciones destruían su carácter de obra maestra cinematográfica. No se puede comparar el trabajo de Bela Lugosi con un Luke Evans que intenta convencer al espectador de que en realidad Vlad era bueno. Y el caso de Frankenstein es sencillamente ridículo. El monstruo aterrador y al mismo tiempo tierno y confuso pasa a ser un galán de cine en Yo, Frankenstein. Por no hablar de que el parecido de estas nuevas adaptaciones con la historia original es pura casualidad.
Partes infinitas e historias interminables
Los cineastas lo tienen muy claro. Si algo funciona hay que repetirlo hasta que no de más de sí. El increíble éxito de El Señor de los Anillos en la gran pantalla da lugar no a una ni a dos, si no a tres películas de El Hobbit, un libro de unas 230 páginas. Naturalmente no alcanzó ni por asomo la repercusión de la trilogía original.

Lo mismo ocurre con el aclamado universo de Star Wars, con una trilogía inicial que se ha convertido en la alma mater de la ciencia ficción. Tras su inesperado pero aplastante triunfo, nace una nueva trilogía, tan decepcionante como innecesaria, y 40 años después la historia no termina. Rogue One intenta dejar atrás los episodios I, II y III y busca el regreso a lo clásico, pero realmente es una historia poco necesaria para entender este universo.
Series, series y más series
Cierto es que en algunos casos una serie puede ser una mejor idea para la adaptación de una historia que una película. Una serie permite profundizar más en los personajes y un mayor asentamiento de los conceptos de un nuevo universo. Sin embargo, se está abusando de este formato hasta el punto de llegar al absurdo. Marvel y DC lo han invadido todo y ahora no solo toman la gran pantalla, sino que existe una serie para cada superhéroe. Estas historias se reproducen de manera masiva llegando incluso a cansar al público.

Dejando a un lado a Flash o Daredevil, las series han llegado también a mundos ajenos al cómic. En 2016 El Exorcista vuelve a la pantalla y, si bien no es un desastre total, lo cierto es que pasa sin pena ni gloria. Otros casos realmente pierden todo el sentido del original. Esto ocurre con Lucifer, una idea que pretendía basarse en las historias de Sandman y que recuerda más a Sobrenatural que a la novela gráfica de la que nace.
Las excepciones
Afortunadamente, por cada 50 refritos que no aportan nada nuevo o simplemente dañan al original, aparecen un par de obras de calidad. No es mucho y no siempre llegan a un gran público, pero existen historias que sí han sabido reinventarse con el paso del tiempo.
En el caso de las películas, son muy escasas las veces que un remake ha hecho justicia al original. Es el caso de Evil Dead de Fede Álvarez. La película, que llegó a la gran pantalla en 2013, es una muy digna readaptación del original que busca contar la misma historia pero con nuevos efectos especiales que hacen la cinta aún más terrorífica.

En el mundo de las series nacen algunas piezas que revolucionan este concepto. En el caso de Sherlock, la fórmula de tomar las historias originales y adaptarlas a la actualidad funciona perfectamente. Gran parte de su éxito se encuentra en el elenco, con Benedict Cumberbatch y Martin Freeman como Holmes y Watson. Es inteligente y divertida y no tiene miedo de modificar la trama para convertirse en una gran historia por sí misma.

Como último ejemplo de excepción aparece Hannibal. La serie busca contar la historia de Hannibal Lecter antes de ser detenido, anterior a El Silencio de los Corderos. Se presenta toda una trama psicológica, dejando atrás la idea de serie policíaca y convirtiéndose en un auténtico ensayo sobre el pensamiento humano. Es perturbadora, sangrienta y escalofriante, y todo ello en un entorno en el que los límites entre el bien y el mal se difuminan.
Estas son algunas muestras de luz entre el sinfín de adaptaciones mediocres, pero quizá sea el momento de que las productoras se planteen cuándo merece la pena arriesgarse a destruir una obra maestra.