En El amor no es nada del otro mundo, Ismael es el responsable de atención al cliente en una empresa de logística, en la que anteriormente trabajaban sus padres. No espera nada más interesante en su futuro, y su presente consiste en fingir una vida que no tiene a través de Facebook. No quiere mostrar a sus amistades nada que no haya pasado antes por sus filtros de fotografía, por sus recortes para eliminar lo que no interesa o añadir comentarios ingeniosos. No es difícil sentir empatía por un personaje tan anodino, tan corriente que podría ser cualquiera.
Cada día, durante siete años, ha buscado en la red social al amor de su infancia, Amanda. Él nunca le confesó sus sentimientos, y viéndose relegado a ser su mejor amigo, vio cómo ella marchó a Estados Unidos a estudiar, perdiendo poco a poco el contacto. Lo último que supo de ella es que estaba casada y tenía dos hijos.

Pero un lunes que prometía ser tan rutinario como otro cualquiera, al realizar su búsqueda diaria aparece el perfil de Amanda. Nervioso, le envía una solicitud de amistad y mantienen una conversación en la que ambos descubren que, misteriosamente, se habían buscado ambos sin llegar a encontrarse en la red social, pero no le dan más importancia a este hecho, a pesar de que hay pequeños detalles que no encajan con el recuerdo que tenía Ismael de Mandy, como la llamaba: no tiene hijos, ha cursado unos estudios distintos… y no le gustan las guindas.
La cosa se complica cuando encuentra a Amanda por la calle acompañada de su marido y sus dos hijos. Sintiéndose engañado, le monta una escena para acto seguido bloquearla digitalmente hasta que, tras mantener una conversación a través del chat, lentamente ambos descubren que todo se trata de un malentendido: Ismael ha estado hablando con la Amanda de un universo paralelo, debido a una abertura entre mundos que se produce exclusivamente a través de Facebook.
No hay explicaciones científicas profundas en El amor no es nada del otro mundo: Félix J. Palma, pese a ser un conocido autor de novelas y relatos de ciencia ficción, como la llamada ‘Trilogía Victoriana’, une su talento al de María Fortea, para crear una novela romántica, y muy divertida, basada en la premisa de que si existen universos paralelos, la curiosidad humana nos impulsaría a saber más de nosotros mismos o de las personas a las que amamos. Facebook es el canal escogido para unir los mundos y a las personas. Y en el caso de Ismael, descubrirá que el amor a veces nos hace enamorarnos de la idea que tenemos de una persona y no tal y como es realmente, con sus defectos y sus manías.

La novela está escrita ‘a cuatro manos’ y realmente no se nota. Fluye estupendamente y ambos escritores encajan tan bien que no sorprendería encontrar en el futuro un nuevo trabajo conjunto. Entretenida, nada moralizante pese a la crítica velada al mal uso que se puede hacer de las redes sociales, producirá en el lector algo más que una sonrisa en diversas partes mientras reflexiona qué haría si se produjera la misma situación que se nos presenta en la novela.
Los personajes protagonistas, Ismael y Amanda se hacen simpáticos cada uno a su manera, y los secundarios acompañan perfectamente la historia aportando habitualmente los momentos más divertidos. Especial mención a como se desarrolla el personaje de Víctor, el jefe de Ismael, que no hace más que crecer a lo largo de la novela.
En definitiva, una novela recomendada, tanto si eres seguidor de Félix J. Palma como si simplemente buscas una historia de amor, divertida y con un punto de fantasía/ciencia ficción, pero sin un argumento especialmente complicado pese a introducir conceptos como el del multiverso.