Un largo y extraño viaje monesco (Parte II)

Domingo ya. Último día. Pero no por ello menos intenso. El sol sale poco a poco y los monos bajan de sus respectivas palmeras. Se antoja necesario un desfase que nos sacie para los próximos 360 días.

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Cabezafuego en el stand Happy Place Records

Comenzaba la pasada de lista a las tropas con Cabezafuego, flor y nata del indie español. El toque idóneo surgido si Javier Krahe hubiese llegado a escuchar algo de Turbonegro. Un crooner sideral, letras potentes y una base rítmica apabullante. La mejor sobremesa posible. Tras estos, tocaba una vuelta en el Delorean particular de Rod Stewart. Jolly Jumper, directos de Barcelona, capital de Georgia. Como si hubiesen sido los vecinos de los Black Crowes impregnaron la sala Gold de Rock clásico: Mi, la y re, erre que erre.

Los Vinagres son mala hostia. Quien diga lo contrario que se atenga a las consecuencias. A las ocho y media, en La Cristalera, dejaron sin aliento a más de uno. Garage salvaje sin la menor pretensión. Piñasos en la boca a tutiplén, como rezan estos jovencísimos canarios.

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Los Vinagres en la sala La Cristalera

Si por algo destaca este festival, es por la ingente variedad de estilos que se juntan en un radio de un escaso kilómetro. Músculo! tocaron en La Martina y se respiraba expectación por ver a los gallegos hacer su show. Electrónica en su mayor esplendor, con toques Holy Fuck o incluso LCD Soundsystem. Cautivadores.

Toca mención especial a una de las celebridades más laureadas en la escena independiente del sur. Del Big Sur, mejor dicho. Quintín Vargas, enfundado en su alter ego Quentin Gas, presenta su proyecto en solitario junto a sus acompañantes, Los Zíngaros.

El veterano músico, capitán del navío Los News, con irresistible disco a punto, desplegó sus alas para demostrar todo su poderío en el escenario. Un show visceral, primitivo y, sobre todo, directo. Quentin Gas tiene algo que decir, y lo dice alto y claro. Su arrolladora personalidad le valió el sincero aplauso de todos los reunidos en la Bodega Osborne. Flamenco y rock, rock y flamenco. En el top 3 de muchos monetes.

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Quentin Gas en la bodega Osborne

Dos grupos restantes en este largo y extraño viaje, como una vez cantaron los Grateful Dead. Si alguien pensase en Monkey Week y Mikel Erentxun se imaginaría una broma del calibre Raphael para indies. Nada más lejos de la realidad. Un concierto único en su especie e invencible. El cantante del dúo Duncan Dhu dio de que hablar junto a Los Delays, capitaneados por Monsieur Paco Loco, cacique local.  Clásicos populares en versión trap, como mandan las modas actuales. Es difícil certificar en qué lado de la sala había más estupefacientes consumidos, si en el escenario o entre el público. Sueño o pesadilla, las generaciones futuras dirán.

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Mikel Erentxun y Los Delays en la sala Súper 8

Despiden el festival el trío Beautiful Señoritas con su garage rock frenético y cafre. Muy cafre. Iñaki Cabezafuego estaba por allí acojonado, podéis preguntarle a él. Hispalenses de la Motor City. Doloroso.

Tres días de continuo descubrimiento musical y jornadas profesionales. Es hora de repetirlo una vez más, al menos hasta el año que viene: Monkey Week es un festival singular, señero, inmejorable, inimitable. La Ciudad de la Música echa el cierre este 2015, con muy buenas sensaciones. Toca fantasear con los grupos del próximo puente del Pilar y reservar el hostal. Juntar a la pandilla y desmelenarse, porque para eso estamos: para hacer el mono.

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Juan Ramón Rodríguez

Músico a tiempo parcial. Escritor en los días de fiesta. Sé leer y escribir, mal que pese.