The OA: el ángel original de Netflix

Durante el Festival de Cannes en la edición de 2017, hubo un punto de inflexión en el momento presente y futuro de la producción, estreno y distribución de películas, dado que se estrenaba en competición oficial, Okja, la película del director Bong Joon-ho, producida y distribuida por Netflix. En el llamado “asunto Netflix”, el presidente del jurado, Pedro Almodóvar, tuvo una opinión preferente a favor de que las películas que acudiesen a los festivales de cine, se estrenasen en pantallas de cine y no vía streaming.

La cada vez más poderosa Netflix, la exitosa compañía que ofrece teleseries, cine y documentales vía Internet, ya ha entrado a formar parte del negocio de la producción de películas cinematográficas, sumándolas a sus propias series de estreno. El debate dentro de la industria cinematográfica, sobre cómo estrenar cine y cómo distribuirlo, está viviendo un antes y un después de la entrada en los festivales europeos, del gigante distribuidor norteamericano. El Festival de cine de Venecia en la edición de 2017 no ha puesto límites para valorar las películas producidas por Netflix, y se está abriendo a incorporar productos propuestos desde las nuevas tecnologías en el cine.

The OA (primera temporada), es una serie original de Netflix que tiene las pautas marcadas según la finalidad de entretenimiento dentro de la plataforma online. Un modelo basado en las contingencias de jóvenes y adolescentes, con un argumento de ciencia ficción incluido en la realidad vigente (The Expanse, también producida por Netflix, sí es ciencia ficción en un futuro posible), pero donde los adultos también están invitados, es más, son atraídos por esta fórmula. Este es quizás uno de los éxitos de Netflix: agradar a un televidente de edades distintas y de variadas condiciones estéticas. A pesar de ello la primera temporada de The OA tiene fallos de guión, generalmente de detalles explicativos de coherencia, que si se cuidasen en la anunciada segunda temporada, introducirían mayor interés y calidad a la serie.

Relatos juveniles indagando en las rupturas metafísicas

¿Qué argumento de aventura juvenil no antepone una hostilidad hacia el mundo real, o es el mundo real el que no está cuerdo y es hostil? Este tipo de polarizaciones generacionales entre lo establecido y sus rupturas enlaza con el género fantástico, de ciencia ficción, de terror gótico –o incluso con el ciberpunk y el anime japonés–, donde ser diferente es estar en otra frecuencia. Es un recurso de la tradicional literatura para jóvenes y del romanticismo e idealismo cultural; es, por tanto, un “cliché” retórico, expresivo y artístico del ser antropológico, para valorar sus límites e intentar evadirlos, magnificarlos, intelectualizarlos, oprimirlos, y en consecuencia, dramatizarlos, además de sacar provecho económico del relato. Y así seguir ad infinitum, con el proceso retórico/artístico, imaginario/irracional, filosófico/académico, mental/racional, metodológico/estructural, o económico/mercantil.

La fantasía y lo sobrenatural se inscribe en el relato juvenil (en este terreno Netflix sigue ganando en calidad con series como Stranger Things. ¿Será casualidad que sus protagonistas, conectadas con poderes especiales, tengan mucho en común?). Pero este relato forma parte de la indagación metafísica y filosófica, dentro de las inquietudes de la imaginería cultural y el inconsciente colectivo. Una de éstas imágenes arquetípicas es la del ángel caído (Prairie, la protagonista) y su poder extrasensorial (aquí solamente el ser humano encarnado, sin connotaciones de rechazo o soberbia maligna). Ángel que sufre dentro de una psicología postraumática y que supone ser el puente entre dimensiones físicas sobrenaturales (en referencia a lo entendido como física de las tres dimensiones, euclidiana o de los sentidos, frente a otra física multiversal).

Otro de los ejemplos de “imaginería metafísica” que se comprueba en la primera temporada de The OA, es la aparición de un código de luz en forma de mariposa, que es el alimento que procede de más allá de la vida y la muerte, y que mantiene la sabiduría trascendente. Según parece, ésta es la clave para mover una energía liberadora o nueva en la materia –en forma de movimientos gestuales y corporales– que hará cambiar el rumbo de la protagonista y el sentido argumental de la primera temporada.

Auto de fe: creer en el ángel original (OA)

Los creadores Zal Batmanglij y Brit Marling –que además es la actriz protagonista– (entre los productores está Brad Pitt), han planteado una teleserie con elementos de ciencia-ficción en los que se pueden observar asimismo algunos elementos metafísicos de tradición esotérica, espiritual, o del psiquismo paranormal. De entre ellos, destacan las experiencias cercanas a la muerte –ECM–, objetivo del científico/secuestrador que sobrepasa éticamente los límites de la vida, la muerte y la libertad humanas.

En este contexto, y a causa de la representación visual en la serie de las ECM que tiene Prairie –y a la información recibida de entidades consejeras o de sabiduría–, surge una de las preguntas más relevantes: ¿el alma y el espíritu tienen voluntad de discernir cómo vivir en el mundo de los fenómenos que llamamos vida?, y si ampliamos el sentido que se derivaría de esto, ¿después de la muerte es posible volver a la vida habiendo recogido nueva información para una posible reencarnación?

Pero es más atractivo creer en la sabiduría que tal vez subyace en la afirmación de estas preguntas, y que influye esencialmente en el carácter meramente científico-ficcional de la narrativa, es decir, el magnetismo radica en manejar en un laboratorio tecnológico los procesos de vida y muerte, para observar qué existe al otro lado o qué información es posible utilizar para las conocer las características del súper-humano desde otras fuentes de información sutiles. Esto es fascinante para la curiosidad espiritual y para su retórica ficcional; para una conciencia cosmológica y para su desarrollo estético e imaginario.

Toda exposición y desarrollo en la ficción de la pregunta por lo que hay después de la muerte, no solamente tiene un carácter retórico o estético o de entretenimiento o comercial, ya que, tal vez inconscientemente, sigue abriendo la consciencia a la posibilidad de una psicología transpersonal, cosmológica y también esotérica.

Frente al mito del origen divino del ser humano –inserto en la cosmología y filosofía  perenne de la luz– siempre se ha opuesto mental, racional y empíricamente la duda –descreimiento, bajo la conciencia limitante de separación– entorno a la cual, algo de este origen queda sin entenderse o sin acabar de adscribirse al código genético del hombre y mujer (para algunas corrientes de pensamiento esotérico y filosófico habría que recuperar este origen en la conciencia de divinidad, pues según entienden y creen, ya está incorporado en la genética humana).

La libertad de elección y su relativismo ante esta duda, formará parte del mecanismo llamado imaginería narrativa, visual, literaria o cinematográfica, para jugar con la paradoja del origen, para suponer que se le ha traicionado, o para soñar, imaginar, visualizar que sí hay una ascendencia angélica en la biología. The OA expone este tipo de anhelos, esta clase de dudas: ¿qué acciones paranormales o sentimientos sutiles es capaz de desarrollar la humanidad? ¿Puede ésta demostrar científicamente que la muerte no es el final?

Tal vez sea el terror –quizás “absolutista”– a no atreverse a saber que hay polvo de estrellas químico/elemental en la biología humana y que cualquier ley física y energética existe en ella, aquello que presenta una imagen metafórica del por qué o del cómo podría llegar a ser lo humano-divino, y fabular una multitud de interpretaciones sobre las esencias misteriosas del ser hombre/mujer.

Eduardo Beltrán

Pensar las imágenes, observar sus ideas.