Mujeres mexicanas. Proveedoras de su propia familia. Un México a través de ellas. Retrato de la realidad misma. Son las Patronas. Rescatadoras de su presente trágico. Cambian el día de aquellos que han dejado su hogar.
Es increíble imaginar la sensibilidad de un grupo de mujeres, que a pesar de su propia historia, de su propia condición, trabajan para ayudar en aquel viaje. Ellas son parte de aquella aventura. Aventura en la que día con día miles de personas se juegan la vida. Arriesgar lo último que les queda con tal de tener otra oportunidad y transcender. Ellos son parte de una ruleta. Giran entre la vida y la muerte. Su destino depende del camino que el tren decida tomar. Vehículo que define si tendrán un futuro o no. Un juego al azar. Las dos caras de una moneda. Águila o sol. El sol o la Bestia.
¡Qué curioso es apodar un tren como «La Bestia»! Me pongo a pensar en el por qué del nombre. ¿Qué significa?, ¿qué es?, ¿a quién lleva?, y más aún, ¿a quién se devora? En ella caben diferentes connotaciones. ¿Será la bestia un animal? Criatura agresiva, violenta, que parece no dejar rastro de nada a su alrededor; un salvaje hambriento; un devorador insaciable. O bien, ¿podría ser un adjetivo calificativo?
Un tren sin frenos; velocidad que ciega; no le importan sus pasajeros, él solo quiere llegar a su destino; sangriento, mata a todo aquello que se cruce en su camino. O peor aún, me pongo a pensar en un dios maligno, ¿sería la Bestia una divinidad? Terror causado por una vida otorgada a la miseria; un mundo pecador cuyo perdón será otorgado con el sufrimiento; causa de todos sus malestares; un destino marcado por un ser superior a ellos.
Entonces, finalmente, ¿quién es? Ya no importa. Da igual. Es lo de menos. Lo que importa es su fin. Es el: ¿por qué es una bestia? Enojado, furioso y violento, lleva a la oscuridad y a la incertidumbre a sus víctimas. ¿A quiénes? A aquellos que confían plenamente en Él. Ceguera absoluta ante su dios, le depositan su destino a una bestia. En él, encuentran una pequeña oportunidad. Esperanza disfrazada de un futuro incierto.
Así, la Bestia lleva a las víctimas de una sociedad podrida. Seres que lo han perdido todo. Seres humanos que se han abandonado hasta a ellos mismo con tal de sobrevivir. Personas, que han pasado de ser un padre, un proveedor, un hombre o un nombre, a ser uno más. Al ya no encontrar posibilidad alguna en «su territorio», desean trascender, cruzar el límite. Línea trazada que marca una frontera. Ellos son los devorados. Un valiente dispuesto a vencer la frontera entre la vida y la muerte.
Y, ¿de dónde son?, ¿de dónde vienen? Imaginemos una casa, un hogar. ¿dónde está?, ¿de dónde pertenecen? Formar parte de algo, de alguien, ¿pero de qué? Hoy más que nunca es incierto, indefinido. Si pensamos en un mundo globalizado, ¿dónde está el principio y el fin de un lugar?, ¿existe aún un territorio definido y propio? Según nos convenga, podríamos contestar que sí o que no. No existen fronteras ni obstáculos para hablar de la comunicación. Hoy todos estamos conectados a un red.
Sin embargo, cuando la propia identidad se ve amenazada o simplemente borrosa, queremos pensar que sí existe un límite. No podemos pensarnos sin el otro, empero, queremos ser siempre únicos. Estas personas, han decidido difuminar su sentido de identidad. Son mexicanos, pero por un momento quieren dejar de serlo con el fin de cruzar la raya. No son americanos, pues no son reconocidos. Son y no son. Dilema identitario. Buscan pertenecer. Quieren ser. Luchan por existir.
Definir en esta narrativa a las mujeres, resulta problemático de igual forma. La concepción de la mujer se interroga específicamente en este viaje. Son mujeres todas aquellas, que más del género, han decido adoptar el papel de madre. Son las madres de todos los aventureros. Protectoras de sus hijos, les preparan comida para el viaje. No los dejan solos. Son sus patronas.
Jefas del grupo que han asumido el papel de proveedoras. Proveen alimento para ser parte del camino. Antes ellas, los migrantes dejan de ser un simple desconocido. Ante ellas, son alguien. Personas que necesitan de su voz, de sus manos, de su sonrisa, de su alma. Estas mujeres, le ponen nombre a lo innombrable. Le dan voz a los silenciados. Los desaparecidos ahora tienen un lugar. Ellas son su hogar.
Qué triste, pero es una realidad. A veces nos suena muy lejana esta historia. La miramos como una película trágica. Novela de terror por los abusos y la violencia que se han manifestado. Sin embargo, no es necesario ver un documental, o leer un periódico, o sentarnos a investigar sobre los migrantes.
Si volteamos a ver a nuestro alrededor, todos somos parte de esta trama. Narrativa actual de una pérdida de identidad. Somos víctimas de un mundo globalizado y capitalizado. Tenemos que buscar siempre en el afuera, pues en nosotros mismos ya no hay nada. México ya no es nuestra casa. México sólo es el lugar a partir de donde nos queremos mover. Es un simple referente de lo que no queremos. Punto de partida para irnos. No es nuestro hogar.
Miles de personas han dejado su familia con tal de conseguir un mejor empleo y así, darle a sus seres queridos lo que no han podido darles por muchos años. Personas que buscan una mejor vida. Ellos son la voz de todo un mundo incapaz de proveer. Son luchadores. Héroes de nuestro tiempo que denuncian la corrupción, la violencia, los abusos de poder, el crimen organizado, etc. Hacen visible lo invisible. Nombran lo que nosotros sentados frente a una pantalla no podemos apalabrar.
Su historia es la huella de nuestro futuro. Son los que ponen en duda los regímenes políticos, económicos y sociales. Ellos cuestionan. Ellos desestabilizan la injusticia establecida. Ellos son el movimiento con los que debemos trascender.