Javier Reverte es literato y viajero, no sé si esto es una redundancia, pero en su caso, lo es. Nos ha hecho trasladarnos maravillosamente a través de lugares recónditos e inhóspitos que quizá nunca lleguemos a pisar, sin movernos del sofá de casa. Reverte es simplicidad y elegancia en el lenguaje, Reverte es literatura: su verdadero sueño. Espero que esta amena conversación os haga imaginar aquello que os queda aún por contemplar.
¿Te consideras más escritor o viajero?
Más escritor, sin lugar a dudas. No hago solamente literatura de viajes, también hago novela, algo de poesía, incluso una biografía… trabajo mucho la historia. No solamente es el tema del viaje el que me impulsa a escribir, hay otros muchos elementos. De hecho, muchos viajes que he realizado han sido por el interés literario más que por el interés en sí mismo.
¿La afición a la lectura desde pequeño te hizo crear tu propio espíritu aventurero?
En mi caso sí. De niño leía muchos libros de viajes, bueno… más bien de aventuras. De África, del oeste…
Literatura infantil/juvenil que se ha perdido.
Sí ahora está un poco perdida, pero en mi época era una literatura que se vendía mucho. Los había de mayor y menor calidad. Salgari era de menor calidad, pero Jack London era de una gran calidad.
Y no era precisamente literatura infantil o juvenil.
Es que al ser escritura de aventura, es tenido, aún hoy, por un escritor juvenil y para nada lo es. Hay cuentos suyos durísimos que no son precisamente para darle a un niño o un chaval y para que tenga mucha confianza en el futuro que les espera (risas). En aquella época no había televisión, había radio y cine, no había medios digitales.
¿Y por la intromisión de los medios digitales va desapareciendo la literatura juvenil como entretenimiento?
Es entretenimiento, pero también formación. A mí, la literatura me ha formado más que los libros de historia o psicología, más que la religión por supuesto ya que no soy un hombre religioso. Me ha dado más la vida del Quijote que cualquier tomo de escritura sagrada que leía de pequeño. Pero no solo no leen los pequeños…
Entrevisté a Andrés Trapiello y me dijo que la lectura siempre había sido cosa de pocos.
Sí, eso es verdad. Pero ahora se lee más que nunca se ha leído, lo que pasa es que no se lee todo lo que se debería, pero ahora se lee como nunca. Creo que el enemigo de la lectura en estos años es el tiempo que ya no se la dedica, y que se dedica a otras cosas como a juegos digitales.
¿La literatura es otra forma de viajar, de trasladarte?
Sí. Ten en cuenta que ser lector es un acto creativo. Cuando estás leyendo una novela estás poniendo rostro a los personajes, estás pintando el paisaje que describen, estás interviniendo. Estás en una historia que no te pertenece, pero sí pones rostros, en ese sentido es un viaje.
Supongo que eres consciente de que hay gente que no puede permitirse viajar y gracias a tus libros le ayudas a ello sin moverse de su casa.
No hago mi literatura por eso… pero me han dicho muchas veces que consigo hacer viajar sin que el lector se mueva del sillón de su casa. Soy consciente de que pasa, pero no lo he hecho por eso. No pienso exclusivamente en el lector, si lo hiciera, haría otro tipo de literatura. Escribo sobre lo que me apetece y no me planteo nunca como lo va a recibir el lector.
¿Estamos en una época buena para viajar?
Bueno… Ha sido una época muy buena, ahora no tanto. Ha sido buena porque había vuelos baratos, había dinero y había fronteras abiertas. Con la crisis hay poco dinero, de pronto se cierran fronteras… Los vuelos siguen siendo baratos, pero ¿quién puede pagárselos?
Unamuno decía algo así como que el racismo se curaba leyendo.
¡Claro que lo cura! Viajar te enseña a revitalizarte y te das cuenta cuando vas a pueblos de África y se diluye el color de la piel. He aprendido viajando y no diferencio las razas. Si tenía algo de racista se me ha curado. No creo en la superioridad de una raza por el color de la piel o su moral. No empleemos la palabra raza sino etnia, raza solo hay una: la humana. Lo demás son pigmentaciones de la piel, apellidos, etc., etc. Hay que diferenciar entre etnias o grupos sociales, humanos. Solo hay una raza.
¿Cuándo surge tu espíritu aventurero?
Como decíamos, los libros, el cine… Esas películas estupendas de aventuras de los años cincuenta. Mi generación es la generación de la posguerra, del franquismo, y tenemos que arrancarnos la opresión, la falta de libertad, de cultura y nos evadíamos yendo al cine y leyendo. Luego tuve ganas de escribir, igual que ellos despertaban mis ganas de viajar quería despertar yo a otros personas su espíritu.
Tu padre era periodista, y había libros en casa, pero algunos otros no tendrían ni siquiera esa oportunidad.
Siempre había ediciones baratas, se prestaban libros. La posibilidad de leer no depende solo del precio. Depende sobre todo del entorno y de los intereses de tus padres. Mis padres leían mucho. Somos seis hermanos, dos escritores, y los otros cuatro leen mucho. Además, mis padres tuvieron el tino de guiarnos muy bien, es decir, no nos daban para leer a Cervantes con diez años (risas).
Ejerciste treinta años como periodista, ¿en qué momento decides cambiar y dedicarte por completo a la literatura?
Acabé un poco harto del periodismo. Lo había hecho muy intensamente, había recorrido bastante mundo. Es un oficio para jóvenes ya que es muy intenso, pero te enseña muchos balcones de la vida. Asoma a muchas posibilidades vitales. Cuando cumples ciertos años te das cuenta de que todo se evade y tienes ganas de algo que sea más tuyo. Que algo tuyo quede. Además, es que yo quería ser escritor desde pequeño. Fui periodista porque es lo que más se parecía. En un momento a los cincuenta años me dije que tenía que dedicarme a la literatura porque era mi sueño.
¿Por qué primero Centroamérica?
La elegí porque hice un viaje por allí cuando estaba en el diario Pueblo. Pude ver los conflictos bélicos y me di cuenta de que había una serie de elementos que eran más literarios que periodísticos. Cómo vivía la gente, cómo los niños te preguntaban cómo era vivir en un país sin guerra. Me percaté de que había cosas que en el periodismo no podía contar y que tenía que echar mano de la literatura. Entonces, me decidí y escribí la trilogía centroamericana, que, por cierto, en su momento no tuvo ningún éxito.
¿No funcionó bien?
No, pero luego cuando me fue bien con El sueño de África se reeditó toda la trilogía y se vendió muchísimo y se sigue reeditando.
A partir de ahí eliges África, ¿cómo vas eligiendo los lugares?
Surge… o lees un libro que habla sobre un lugar que te haya emocionado, o un escritor que haya escrito sobre ello y me haya gustado lo que cuenta del lugar.
Desarrollas tus viajes a través de la literatura, nunca la perdemos de vista.
La literatura es mi religión, creo en la literatura no en Dios. La elección de los temas sobre los que escribo es gratuita. Con África surge porque me hice un viaje allí cuando era freelance. Fui a Uganda y me quedé tres meses por el continente.
¿La Uganda de Idi Amin Dada?
No, cuando llegué, acababa de caer. Me quedé tres meses… tenía tiempo de sobra. África no es caro si viajas en plan africano, si viajas en plan blanco sí es caro, pero yo viajaba en plan negro.
África es sobre el continente que más escrito, ¿es el que más te ha conmovido?
Sí, hubo un tiempo que África me cogió mucho. Escribí la trilogía, luego cambié de lugar, pero volví un tiempo después. Escribí un cuarto libro y luego he escrito dos novelas sobre dos colonias españolas: El Sahara y Guinea Ecuatorial, y una biografía del jesuita Pedro Páez en Etiopia.
¿Continúa habiendo alguna reminiscencia nuestra?
La lengua, en los campamentos saharauis se habla español y francés. En Guinea se habla perfectamente español…. El sistema guineano es perverso…
¿Cuál no en África?
Bueno… hay democracias que empiezan a funcionar, Botsuana, Sudáfrica, dentro de sus límites, pero empiezan a funcionar. En parte gracias a Nelson Mandela, que para mí es uno de los grandes estadistas del siglo XX.
¿Un lugar de África?
Pufff…. Muchos, pero si tuviera que elegir uno, me quedaría con Tanzania. Es un país bellísimo tiene de todo: alta montaña, selva, desierto, gran sabana, costa… Es la esencia de África.
Además, según dicen, el origen del ser humano.
Eso dicen… (risas) Fue un país muy socialista un tiempo, pero fue un fracaso. Es un país con un gran sentido de unificación. Su lengua, el swahili, es muy rica, allí dicen muy elegante. Es una mezcla de lenguas: inglés, portugués, el bantú y muy implicada con el árabe. Según los que saben es muy difícil de aprender, yo no tengo ni idea (risas).
Supongo que África, junto a Centroamérica, han sido los lugares más pobres donde has estado.
Sí, pero más pobre África, también en el Amazonas hay mucha pobreza.
Como valor humano, ¿destacarías algún lugar?
Como decía Churchill cuando le preguntaron por los franceses: «No sé, no conozco a todos». Pues esto igual, no sé, no conozco a todos. Es verdad que hay tópicos que funcionan, por ejemplo, se dice que los tanzanos son muy enrollados y en cierta medida es verdad.
¿Eres consciente de que tus itinerarios viajeros lo son para futuros viajeros?
Hay gente que me ha dicho que ha viajado con mi libro y ha hecho mi recorrido. Es muy halagador. Aun así, hay otros alternativos, luego otros me recomiendan otros sitios. Pero voy donde me apetece.
Hace un tiempo hablaba con un irlandés de tu libro Canta Irlanda, ¿con tus libros puedes hacer reencontrarse a personas con su propio país, ciudad?
Pues no lo sé… Con el último libro que he publicado que es New York New York, un par de neoyorkinos me han dicho que está muy bien, y son de allí, de pura cepa (risas), me halaga mucho si consiguen darse cuenta de que mi literatura encaja con su realidad. Pero a lo mejor lo lee otro neoyorkino y piensa que es una porquería (risas).
Literatura viajera española, y hecha por nosotros, hay poca…
Hay poca sí… Hubo mucha en la Generación del 98. Esa pregunta que se hacían los literatos de la época: ¿qué es España? Y que nos hemos hecho siempre y no pierde fuerza. Viajeros españoles por España hay muy pocos, últimamente Llamazares ha hecho algo y muy bien, por cierto. Parece que no nos llama la atención, a mí, desde luego, no me llama.
Bueno, Cela hizo su propia literatura viajera con Viaje a la Alcarria.
Es un mito, un libro que ha envejecido bastante. A mí, en su momento, me gustó mucho. Pero lo volví a leer hace diez años y se me hizo un poco pesado y al final es un poco reiterativo. Cela manejaba muy bien el lenguaje, y lo manejaba de forma impostada. El lenguaje es muy peligroso ya que envejece muy rápido, y se te hace extraño. El lenguaje de Cela se está haciendo extraño. Baroja también escribió sobre España…
Baroja tiene la trilogía vasca y la trilogía de la vida que básicamente habla sobre Madrid y sus experiencias.
Sí, pero son novelas, aunque describe las ciudades muy bien.
Volviendo a tus viajes, ¿cómo surge el del Ártico?
Volvía de Canadá y Alaska, un viaje que me sirvió para escribir El río azul, volvía en un carguero. El carguero iba a Inglaterra cruzando el Atlántico. Por cierto, un carguero es una manera relativamente barata y nueva para viajar. Así que alquilé una plaza de camarote, allí no había entretenimientos y me había llevado unos cuantos libros para no aburrirme los ocho días que duraba el trayecto. Uno de aquellos libros que me llevé era de exploración del Ártico hecho por un canadiense. Me pareció interesantísimo y dije pues yo también quiero hacerlo. Empecé a buscar cómo cruzar el paso del Noroeste y encontré un crucero que no me costó muy barato pero hice el libro y recuperé el dinero.
¿Uno de los sitios más espectaculares donde has estado?
Es un sitio de soledad, de falta de vida, luego hay mucha pero no la ves, solo ves hielo, nieve, piedra, agua…
Creo que te sentiste muy identificado con los irlandeses y su cultura.
Es un país que siempre me ha gustado mucho. Me gusta su literatura, su folclore y por sus escritores de primera fila.
Empiezas el libro con el Bloomsday.
Sí, claro. Tenía una deuda con Irlanda, había hecho un viaje de dos meses años antes, pero en ese momento no me salió nada. Volví en 2014 y escribí el libro allí en un mes.
En la presentación del libro de Nueva York dices que te has sentido libre como en ningún lugar.
Me he sentido libre en tanto como ciudad. En los viajes anteriores han sido de ciudad en ciudad, de país en país (excepto Irlanda), recorría muchos escenarios, pero no es lo mismo que ir a Roma o Nueva York y estar allí, solamente allí, durante unos meses. Nueva York me daba más libertad.
Te has encontrado, que no reencontrado, con el jazz.
Sí, es la música de Nueva York. Casi toda la música de Nueva York es jazz, es la música de la ciudad.
Sin el tópico de Allen en el hotel…
Pues vivía cerca de donde tocaba, pero no fui.
¿Y cinematográficamente es como nos la representan?
Es que vas allí y la conoces… Lo que te extraña es no encontrarte con Dustin Hoffman o Robert de Niro y preguntarles: «Ey, ¿qué tal estáis?» (risas)
Hablábamos de libertad, ¿es indispensable?
A la hora de vivir (risas) y a la hora de viajar por supuesto.
¿Algún país donde hayas sentido falta de libertades? Te oí comparar Nueva York con la falta de libertad en China.
China es una pesadez, hay mucho control policial. Es una sociedad que se ha negado a sí misma, ha acabado con sus tradiciones y está cargándose el medioambiente, no existe educación, no digo que sean maleducados los chinos, es que no tienen educación. No me gustó nada China. Sentirme sin libertad… Xuando viajaba a la Europa del este comunista no me sentía muy a gusto. Era una época en la que viajabas como periodista y tenías que llevar agentes del gobierno detrás.
Me resulta raro que no hayas escrito nada sobre Rusia, o Australia…
Lo que te dije antes, es que voy si me apetece, y Australia y Rusia, no me llaman la atención. He estado en la Rusia soviética y en Uzbekistán, pero no me ha apetecido escribir y si no me apetece no lo hago (risas).
¿Sin los premios sería todo mucho más complicado?
Pues no podría haber estado en Nueva York tres meses, por ejemplo… Pero tampoco los he necesitado, sino que los he tenido. Me han venido muy bien para mejorar mi vida, tener una casa mejor…
Has escrito sobre la guerra civil tema fetiche del escritor de vuestra generación.
De mi generación la hemos tratado mucho. Yo, de alguna forma, me considero un ex combatiente debido a la mella que la guerra había hecho en mi padre, mis tíos. Yo he vivido las consecuencias más próximas y he sentido lo que significó como dolor, la falta de libertades, intransigencia y pasar hambre.
¿Cómo surge la idea de escribir sobre el general Modesto?
No he querido hacer algo partidista. He querido hacer algo para recuperar nuestra guerra, pero de forma épica. Recoger la épica y la tragedia que van muy unidas a la literatura desde los tiempos de Grecia. Al mismo tiempo, he querido dar un sentido romántico de la guerra, porque también tuvo su sentido romántico, un sentido de superación, de sentimientos, de ira, traición, de la propia guerra, vaya.
Vamos a ir terminando… ¿Un viaje decepcionante?
China (risas) también se pueden escribir libros sobre viajes decepcionantes. Esto es broma, hay lugares que no me han gustado pero decepcionante como tal, creo que no.
¿Elección de un viaje?
El Ártico y recorrer el paso del Noroeste… Fue todo tan extraño, tan diferente…
¿Siguiente viaje?
No lo sé porque el Gobierno del PP nos ha quitado mucho dinero por unos problemas con la jubilación de los escritores. Estoy en pleitos con ellos. El PP me ha quitado la libertad y mi nivel económico, que no era muy fuerte pero sí suficiente. No tengo dinero para viajar… Pero seguiremos luchando por ello.