José María Fonollosa: poemas que dejan resaca

El año 1995 Albert Pla lanzó su disco Supone fonollosa. El excéntrico artista es un ejemplo de ese creador en los límites del status quo, no tan minoritario como muchos desearían, por sus provocaciones y críticas a los bien pensantes. Por ello resulta coherente que tamaño descastado adaptara algunas piezas de José María Fonollosa, un poeta secreto, marginado del mundillo cultural y recuperado por Pere Gimferrer tras más treinta años de ostracismo. Un desdén que, paradójicamente, acabó siendo un tema recurrente en su obra.

Fonollosa y las calles de la Ciudad del hombre

Nacido en Barcelona, José María Fonollosa (1922-1991) escribió poesía en castellano. Más allá de algunas piezas de juventud, ha sido reconocido a partir de su proyecto Ciudad del hombre, formado por 287 poemas escritos entre 1947 y 1985. Una obra que, sin embargo, no se publicó hasta la década de los noventa, en dos libros: Ciudad del hombre: New York (1990) y Ciudad del Hombre: Barcelona (1997). En ambos, los poemas se titulan con los nombres de las calles de estas dos ciudades, dibujando un azaroso itinerario de reflexiones, críticas y máximas que retratan la preocupaciones del hombre en la ciudad posmoderna. Fonollosa basa su poética en la alienación ante un mundo urbano que se enmarca en una sociedad abocada al consumo y las apariencias. El éxito profesional, las relaciones humanas o la muerte son los temas que presenta.

Las mujeres, comida, porros, coches

y honores se consiguen con dinero.

El dinero es, por tanto, lo importante.

Lo que hay que conseguir de inmediato. Ahora.»

«WEST 42ND STREET», Ciudad del hombre: New York

Fonollosa 1. 52 STREET NEW YORK CITY Le Miau Noir
Fonollosa vivió en Cuba y Nueva York en los años cincuenta || William P. Gottlieb

 

La fama inalcanzada parece obsesionar a su “yo” lírico. Lo construye amargado, superficial en las relaciones, resentido. Un ser soberbio en lucha con los otros que parecería lamentarse desde la barra de un bar.

El ser más importante de este mundo

soy yo. Lo ignoran todos todavía.

No se asombran si paso al lado de ellos.”

«Zeleste 15», Ciudad del hombre: Barcelona

Y a la vez, tras a esa primera arrogancia, aparece alguien profundamente desesperanzado, consciente de su finitud. Es precisamente la muerte como proceso, y no como hecho futuro, una de sus preocupaciones recurrentes. Una muerte contenida en cada instante, una degradación física continua a la que no puede el hombre sustraerse, si no es con el artificio de la vida común.

Por ello Fonollosa reivindica, como tantos otros en la tradición poética moderna, la figura del poeta solitario. Aquel que observa desde el margen la actividad industriosa del mundo, sin ser capaz de encontrar ya su espacio, olvidadas las ilusiones colectivas de las vanguardias. La soledad es, tal vez, el único valor positivo que propone el autor. Una soledad curativa, regeneradora:

Por eso necesito estar a solas.

Necesito estar solo mucho tiempo.

Tengo que reconstruirme cada día

mi mundo, que destruyen los demás.”

«Carrer de Girona», Ciudad del hombre: Barcelona

Nighthawks Edward Hopper Le Miau Noir
Nighthawks || Edward Hopper

 

Estar aislado es grato para el alma.

Estar aislado es grato para el cuerpo.

Morir es sólo aislarse un poco más.”

«Madison Avenue», Ciudad del hombre: New York

Por ello, la soledad consuela ante unas relaciones humanas basadas en lo superficial, en el impulso y la satisfacción inmediata. Así, el amor no es más que una idealización de otra cosa, burda, interesada, intercambiable.

Para hablar no te quiero. Tengo amigos

para tratar de cosas que me inquietan

y ahondar en las ideas que me importan.

Y no nos condiciona nunca el sexo.

Nos lo pasamos bien. Y «Adiós». Y «Hasta otra».

Contigo es diferente. Lo que cuentas

no me interesa nada en absoluto.”

«East 52nd Street», Ciudad del hombre: New York

En la forma Fonollosa es narrativo, conversacional, casi aséptico. A menudo se dirige a una opinión pública sancionadora, enemiga. La falta de rima, junto con el verso endecasílabo, genera un tono monótono e hipnótico. Fonollosa no persigue el engaño, no se escuda en el artificio. Al contrario, su propuesta es personal, sólo suya y no pretende una identificación con el “yo” del poeta. Sitúa al lector, en cambio, en su posición definida, al otro lado. Y así transmite su mensaje, sin exasperación pero sin subterfugios. La respuesta natural parece ser una de esas muecas cuando ya no queda de qué reírse. Tal vez por eso Pla pidió al humorista Eugenio que recitara uno de sus poemas: