Pedro Iturralde: «siempre he sido un gran defensor de la música de jazz»

NOTA IMPORTANTE: esta entrevista fue realizada hace 14 años (en marzo de 2003) en Madrid para una revista que, entre que se grabó y se envió el material para edición, había desaparecido del mundo editorial. Hoy quería recuperarla como deuda de gratitud con el maestro Iturralde.

Conocía la obra musical de Pedro desde hace algunos años. Verlo tocar en un club es una maravilla. Ayer fuimos a escucharle junto a un cuarteto de saxofones que formó con ex alumnos suyos en el Teatro Buero Vallejo de Guadalajara, en donde nos dejaron una actuación soberbia. Hoy, en la intimidad de su casa y en un ambiente relajado, he tenido la oportunidad de conocer a un hombre apasionado por la música y, al mismo tiempo, a una bellísima persona. La conversación está plagada de detalles que muestran la implicación que el entrevistado va logrando poco a poco con su interlocutor. Tarareando los temas que van saliendo en el diálogo, levantándose para ilustrar sus explicaciones con unos acordes al piano, enseñándome los ejemplares originales en vinilo de sus discos de Jazz Flamenco (1967), sus fotografías y su inquietud por los idiomas y los diferentes acentos de España. Mostrándose, en definitiva, como es y su sentido del humor.

Para los pocos aficionados que no conozcan la obra de este músico reconocido a nivel internacional, este intérprete y autor ha conseguido lo que casi nadie logró aquí en la segunda mitad del pasado siglo, codearse con las máximas figuras del jazz americano y europeo y, al mismo tiempo ser el precursor de estilos que hoy en día están en la boca de cualquier entendido en música. Galardonado con premios por sus excepcionales composiciones, algunos de los temas de su último disco, con elementos de música clásica y popular, los cuales pone al servicio de su sentimiento jazzístico, evocan con pureza y a la vez con una gran naturalidad los paisajes musicales de su larga experiencia.

Este trabajo es más que una simple entrevista. Es mi más sincero homenaje al hombre y al músico. «La Suite Hellenica», «Solidao», «Milonga del Angel», «Asturianismo» y sus «Etnofonías» completas han de seguir sonando a los magistrales compases creados por este navarro universal, con él al frente y por unos años más.

Entrevista Pedro Iturralde
Pedro Iturralde Quartet en la Sala Galileo Galilei, de Madrid | Fotografía: Chema Muñoz Rosa

Entrevista Pedro Iturralde

Empezó bien temprano en la música. Cuando apenas tenía 9 años, ya tocaba el saxofón. ¿Cómo se inició en el aprendizaje del instrumento y cuales eran sus conocimientos musicales cuando debutó como concertista a esa edad?

Mi padre, molinero de profesión era un gran músico nato que tocaba en casa todos los días el clarinete, el saxofón y la guitarra, formando parte de la banda municipal de mi pueblo natal, Falces, así que nací oyendo música. Le solía acompañar a la «academia» cuando tenía ensayo con la banda y nos volvíamos andando y charlando hasta la fábrica de harinas a un kilómetro del centro de la villa. Una noche escuchando un ensayo y de súbito, sentí algo que nunca había experimentado; un flechazo interior que me llamaba a formar parte de la música. Don Julio Martínez, director de la banda, me enseñó dos cursos de solfeo y me dieron solamente la boquilla del saxofón tenor. Así era como se hacía en aquella época. Un día inolvidable para mí fue aquél en que mi padre me colgó el saxofón del cuello y me dio las primeras instrucciones.

Después de unos años tocando con la banda, me llamó Don Francisco Manuel Allo (pianista) para formar parte de su sexteto de música de baile, que entonces se consideraba música de jazz, y gracias a él me enamoré del jazz oyendo discos de Louis Armstrong, Duke Ellington, Glenn Miller, Coleman Hawkins… y tocando en el baile arreglos y música americana que le mandaba su familia desde los EE.UU. Así que tuve la suerte de descubrir en mi pueblo la música clásica por la banda y el jazz por el baile, cuyas actuaciones ya no se limitaban al pueblo sino a toda Navarra.

A los 16 años firmé mi primer contrato profesional como saxofonista y clarinetista en el Café Comercio de Logroño con el quinteto de Don Tomás Fernández Ituretagoyena, gran pianista clásico y compositor, en cuyo Café-espectáculo tocábamos zarzuela, opereta y acompañábamos cada semana a diferentes artistas de variedades. Lo mismo a una bailarina clásica o de baile español que a un cantante lírico o una cupletista. De ahí me viene el conocimiento de casi todo el repertorio de la copla andaluza.

En Logroño fue donde cursé los estudios de violín, piano, guitarra y armonía.

¿Cuándo salió de España por primera vez y qué experiencias musicales tuvo en los países en los que ha vivido?

A los 18 años fui contratado por la orquesta-atracción del cantante Mario Rossi, en la que tocaba el saxofón, el clarinete y el violín, realizando una gira desde Lisboa, Tánger, Casablanca, Orán y Argel hasta Túnez. Mi obra para cuarteto de saxofones, Memorias (Tríptico), que escuchasteis ayer en Guadalajara en el Buero Vallejo, hace alusión a esa época, recordando el fado portugués, el encuentro del jazz con Africa y la música romántica. Siempre me gustó la música clásica y romántica así como el jazz en sus diversos estilos y las músicas populares.

Estando en Casablanca, tuve que interrumpir mis contratos cuando ya tenía mi propio quinteto para hacer el servicio militar. Después decidí continuar mi carrera musical en Madrid.

Sus estudios de música y su inquietud por seguir aprendiendo, llaman la atención de cualquiera que se acerque a su biografía profesional. Por aquel entonces y después de volver a España me imagino que aún no tenía estudios oficiales, porque lo que nos ha explicado hasta ahora es un camino en el que lo que prima es el mero instinto personal por dedicarse a lo que de verdad le llenaba.

Precisamente por eso, con 23 años, contratado por un año para la parrilla del Hotel Plaza, me matriculé por libre en el Conservatorio Superior de Música, compaginando mi trabajo con los estudios para la carrera de saxofón. Terminada la carrera me salió un contrato de dos meses para el Líbano, en un hotel de Beirut en el que estuve dos años y medio, un año en Atenas, ocho meses en Turquía y dos inviernos en Francia y Alemania en las bases americanas de estos dos países. Me motivó lo de irme a las bases por tocar con gente buena música americana.

Cuando volví a España, ya lo hice con músicos alemanes. Algunos siguen aquí, el baterista Peer Wiboris. Veníamos como músicos extranjeros de la Base de Torrejón y de Zaragoza. Posteriormente estuve en Berkley, con una beca para estudiar arreglos. A la vuelta, un amigo me dijo que por qué no trabajaba en el conservatorio, pero no había clases específicas o cátedra de saxofón. Eché una instancia al Ministerio exponiendo la idea y surtió efecto porque me llamaron de la dirección del conservatorio y me nombraron profesor de saxofón. En el 79 hice las oposiciones que decidieron crear por mis indicaciones y me quedé con la plaza. Hoy en día, ya existen cátedras en toda España.

Entrevista Pedro Iturralde
Pedro Iturralde Quartet en la Sala Galileo Galilei, de Madrid || Fotografía: Chema Muñoz Rosa

Ha estado mucho tiempo viviendo fuera de España y realizado innumerables giras. Después de esa experiencia externa fue cuando se vino a vivir a Madrid en donde se estableció profesionalmente en el Whisky Jazz. Realmente se puede decir que ha sido el pionero de esta música en España. En sus primeras actuaciones en este club ¿qué músicos de jazz había en Madrid?

De pionero del jazz en España te digo rotundamente que no porque ya hubo músicos de jazz antes de 1936. Antes de marchar al Líbano, recuerdo en los años 50 nombres como Pedro Matmitjá, Leo Borrell, Ramón Echaus, Joe Moro, Wlady Bass, José Chenoll, «Regolí», Ramón Farrán, Rodrigo Jiménez, Salvador Font, Napoleón Zayas, Farreras, Arevalillo y otros. Por entonces no había clubes de jazz y solo podíamos hacer jam sessions. En la calle Infantas estaba el Dorian Club, donde se tocaba una o dos veces por semana.

Debido a la escasez de discos y conciertos de jazz, la evolución de esta música se había quedado atrás. En la época del Whisky Jazz Club, el de la calle Marqués de Villamagna, en Madrid, y el Jamboreé barcelonés, se dio un gran impulso al jazz moderno. En esto sí que me siento involucrado y te aseguro que nos dejábamos la vida cada noche entre el abundante humo del club, luchando por defender y divulgar esta música en momentos difíciles, cuando se comentaba que el jazz se acababa con nuestra generación con la aparición de los Beatles. Más tarde llegaría el boom de los conciertos y festivales de jazz. Cuando llegué al Whisky Jazz, ya internacionalmente conocido, tocaba Tete Montoliú y estuvimos una temporada juntos. Ante estas perspectivas de trabajo y sobre todo el poder tener la posibilidad de tocar jazz de forma continua y con grandes figuras como artistas invitados, decidí quedarme en Madrid y salir solamente para cosas puntuales.

En el Whisky Jazz vivió unas experiencias que me imagino que habrán sido inolvidables para usted. Ahí fue donde tocó con Gerry Mulligan, Don Byas, Lee Konitz, Tete, como ya ha apuntado, y en donde conoció a Donna Hightower, con quien después ha hecho bastantes cosas. Me gustaría que me contase la diferencia entre tocar en un club y en una sala de conciertos. ¿Qué sensaciones y vivencias experimentáis los músicos que estáis al lado de un reducido número de público que no vivís en una sala de conciertos? ¿Afecta esto a la improvisación de la música?

La del Whisky Jazz fue una época increíble. Además de los que citas, fui a ver a Lou Bennet, que estaba por Barcelona y me lo traje a Madrid. También vinieron a tocar Dexter Gordon, Pony Pointdexter, Stephan Grapelli, Booker Ervin y otros. Donna y yo hemos trabajado mucho juntos y nos hicimos grandes amigos. Grabamos un disco juntos, El Jazz y Donna Hightower, a base de arreglos míos, que se editó pero hoy en día no hay quien lo encuentre, y es una pena.

En cuanto a lo que me preguntas de la diferencia del lugar en el que se toca, a mí me encanta hacerlo en salas de conciertos, sobre todo la música que hago con el cuarteto que escuchasteis ayer, el Modern Sax Quartet, pero el club tiene algo especial. La improvisación que se hace en los clubes es más auténtica y aunque no queden grabadas, se hacen según lo que sientes en el momento. Para eso es importante que el comienzo sea bueno. Es como si te tiras en paracaídas y cuando estás cayendo piensas que no te gusta como vas. Pues ya no tiene remedio. Y según el día que tengas y la conexión que haya con el público, salen cosas que son únicas, en ese ambiente íntimo que se crea con la gente.

Hay veces que tienes ganas de ir a casa pero tienes que tocar en el club y después vas y tocas como nunca. Yo creo en eso de las vibraciones. Hay unas buenas vibraciones que te estimulan y viceversa, alguna cosa que en un momento dado te puede molestar. Y además en jazz no se puede grabar y después retocar cosas como ocurre con la música clásica. Todo lo que se hace queda y ahí está. Hay veces que la afinación en determinados momentos no es la mejor, o hay un desajuste, pero ahí está el riesgo y la espontaneidad, y eso el buen público lo entiende y hace que todo sea mucho más auténtico.

De esa época nació su disco con Hampton Hawes, que personalmente me parece toda una obra de arte digna de estar entre los mejores álbumes de hardbop que jamás se hayan grabado. Permítame decirle que la versión del «Autumn Leaves» que se marcan en el disco, en la que interpreta al saxo barítono, es la más bella y a la vez llena de fuerza que he escuchado jamás. Cifu cuenta en el álbum que la grabación tuvo lugar a las 3 de la mañana después de tocar en el club. ¿Cuántos días llevabais tocando?, porque parece que hubiera una compenetración perfecta.

En primer lugar, gracias por tus elogios a mi interpretación en ese LP. Antes de grabar el disco llevábamos dos semanas tocando. Después Hawes estuvo un mes más. La sección rítmica en ese disco, con Peer Wiboris a la batería y Eric Peter al bajo estuvo genial. Lo mismo que el gran pianista Hampton Howes con sus introducciones e improvisaciones en las que dejaba su maestría, buen gusto y colaboración inteligente con el solista. El trío tocó de manera soberbia. Efectivamente fuimos al estudio después del club y empezamos a tocar directamente. Recuerdo que no se paró, no se interrumpió en ningún momento. Figúrate que en el club hacía bastante calor y cuando nos trasladamos al estudio, era pleno invierno y estaba helado, y lógicamente se baja la afinación. Yo me notaba bajo de afinación y estuve por parar cuando tocaba «My Funny Valentine», pero aguanté hasta el final, y por eso hay una tensión única en ese tema. La crítica que tuve fue muy buena. Empieza con un sonido muy clásico. Para afinar, si no oprimía mucho la embocadura me quedaba bajo de afinación. Poco a poco me iba desahogando. Se ve que se iba calentando el instrumento y el sonido iba siendo más compacto. La flauta, que toco en el segundo corte del disco, todavía hoy me sigo sorprendiendo cuando lo escucho. Ahora ya no toco la flauta, pero en ese disco salió todo redondo.

Yo recomiendo a los que compran discos míos, tres fundamentales. Ese es el primero. Pero después están el Directo en el Central y Etnofonías. Para mí es lo mejor. Los tres son grandes cuartetos de jazz. El de Hawes son standars. El segundo es todo con temas de jazz míos. Y Etnofonías, lo mismo pero basado en temas populares. Son tres épocas distintas y tres discos que, para mí, forman una trilogía y son los mejores.

Los dos volúmenes de Jazz Flamenco, grabados en los años 67 y 68, crean un fusión completamente nueva. La primera genuinamente española.

Mi historia del Jazz Flamenco empieza en mi pueblo cuando oía por la radio a un guitarrista fantástico que después me enteré que era Sabicas, nacido en Pamplona. O lo que te comentaba antes de mi época inicial en Logroño cuando acompañábamos a alguna cupletista o tonadillera. Pero sobre todo a finales de los 50 en Atenas, cuando hacía improvisaciones sobre una composición que hice titulada «Veleta de tu viento», en lo que yo mismo llamaba «andalucismo», que allí tenía bastante aceptación por la relación evidente que hay entre algunas canciones griegas y las canciones andaluzas basadas en la escala frigia, me quedé con la idea para trasladarla a mi llegada a Madrid.

Tomando las canciones populares de García Lorca, el Zorongo Gitano, que lo tocábamos con gran éxito en el Whisky Jazz, también lo incluí en uno de los programas de Radio Nacional de España para la UER que se llamaba Club de Jazz, en el 66. Posiblemente a raíz de esta grabación me vino la oferta de actuar en el Jazz Festival de Berlín, presentando esta música que hacía sin guitarra. El director del festival me sugirió la idea de añadir un guitarrista flamenco a mi quinteto y en el 67 grabé el primer LP para Hispavox con Paco de Antequera a la guitarra, quien después fue sustituido por Paco de Algeciras (Paco de Lucía). En noviembre del mismo año regresamos al Festival de Berlín y grabé para la casa MPS el LP Flamenco Jazz Pedro Iturralde Quintet-Paco de Lucía.

En Enero del 68, con la misma formación, Paul Grasl (piano), Eric Peter (bajo), Peer Wyboris (batería) y Dino Piana (trombón), grabé el segundo volumen de Flamenco Jazz, ahora ambos en el sello Blue Note.

Entrevista Pedro Iturralde
Pedro Iturralde Quartet en la Sala Galileo Galilei, de Madrid || Fotografía: Chema Muñoz Rosa

Precisamente el «Zorongo Gitano» lo interpretó ayer con el Modern Sax Quartet, accionando los pedales del piano con la silla y colocándose con el saxo apuntando con la campana hacia la tapa abierta del piano, creando un efecto sonoro bastante original. La primera parte de ese tema empieza con un martinete, que después es seguido a los cuatro saxos de sus compañeros de un conocido tema popular andaluz.

Me alegro mucho que lo digas tú. Yo no me atrevería a decirlo porque después podrían venir los puristas. Pero efectivamente lo quería hacer como un martinete. Ese tema salió de la Antología del Flamenco de Manolo Caracol y lo que trato es de emular al cantaor con el saxo.

Es, permítame que le diga, la diferencia que encuentro que hay entre el jazz flamenco que se crea ahora y el que se hizo entonces de una manera más rudimentaria. Eso que usted hacía tenía pocos artificios, por no decir ninguno, y el fraseo que lograba con el saxo queriendo imitar la voz del cantaor es, paradójicamente, lo que hoy encontramos en temas de gran belleza también, interpretados por los actuales músicos de jazz flamenco. Lo que ocurre es que ahora cuentan con el apoyo de excelentes percusionistas, cantaores, palmeros y guitarristas que usted no tenía, a excepción del maestro de Algeciras.

Me gusta lo que dices. Efectivamente yo intentaba enseñar al pianista los acordes para que salieran de la manera más natural posible, pero no puede ser lo mismo. De todas formas, a mí me gusta mucho el flamenco y lo entendía, pero hacer flamenco es muy difícil.

Como explicaba en mi primer LP, debo reiterar que a pesar de la denominación, nunca intenté hacer flamenco puro, por el que tengo un gran respeto y admiración. Más bien con un quinteto de jazz, además extranjeros, hacer jazz interpretando temas andaluces o de compositores clásicos españoles que a su vez expresan Andalucía sin ser flamenco, obteniendo así un jazz con el espíritu de Andalucía. Yo me alegro mucho de que ahora se haga flamenco jazz y tengo la satisfacción de haber abierto esta puerta en una época en que era un tanto atrevido o insólito. De todas formas, como tu bien dices, lo que yo hice está ahí y lo que se hace ahora no es ni mejor ni peor. Es diferente. Intentando imprimir el espíritu de Andalucía al jazz hay momentos muy bellos en ese disco en el que Paco de Lucía tocó de forma magistral.

De lo que se hace ahora, desde luego el que más me gusta es Chano Domínguez. Me parece un musicazo.

Y en lo que a solo jazz se refiere, ¿quiénes han sido sus ídolos o en qué músicos le ha gustado fijarse a la hora de interpretar? Usted tiene un estilo muy personal marcado por su faceta de excelente y original compositor, con un dominio excepcional de la técnica y, en mi opinión, con un gusto musical exquisito, pero hay veces que le sale la vena coltraniana, como en el disco del Central, en donde interpreta al saxo soprano temas que incluso han sido objeto de premios a nivel internacional, como «Toy» y «Like Coltrane».

Pues mira. Siempre me han encantado Coleman Hawkins, Sonny Rollings y Stan Getz. Y con este último he tratado bastante. Yo no quise en su momento que me encasillaran en el flamenco jazz y a él tampoco le gustaba que le tomaran como el saxofonista de la bossa nova, que sabes que sacó unos discos fantásticos. Pero no me he quedado en tratar de tocar como uno. Y siempre he pensado. Pues eso está muy bien, pero yo lo haría de otra manera.

Efectivamente como dices, tuve mucha influencia de Coltrane. En los años 60 fue mi mayor influencia. Esos premios que me dieron en Mónaco significaron mucho para mí. El segundo tema que comentas se llamaba originariamente así. Lo que pasa es que ahora lo he cambiado a «Tribute to Trane».

Entrevista Pedro Iturralde
Pedro Iturralde Quartet en la Sala Galileo Galilei, de Madrid || Fotografía: Chema Muñoz Rosa

Sus últimos discos con el Modern Xax Quartet y el de Etnofonías están llenos de música clásica y popular. Referencias no solo a la música popular española en sus variantes gallega, asturiana, catalana y andaluza, sino también a la música griega, húngara y a los clásicos andaluces como Falla, Granados y Turina. Y da igual que lo haga para cuarteto de jazz clásico, con unos arreglos, que para el cuarteto de saxofones, los cuales adapta de otra manera. ¿Se encuentra a gusto en esta tesitura?

Es que es lo que he querido hacer desde siempre. Te digo lo mismo que cuando empezábamos. Las circunstancias de mi vida me han ido colocando en diferentes lugares, haciendo las músicas que me han motivado en cada momento y compaginando mi tarea habitual con la labor de creación que he procurado a lo largo de mi experiencia. Todas las músicas que he compuesto se corresponden con un momento histórico de esa experiencia y en el concierto que escuchasteis ayer, he hecho un recorrido cronológico por mi creación. La música de los comienzos, en la que viajaba por países como Marruecos, Líbano y Grecia; mis influencias clásicas de los compositores a los que has citado, de los cuales cada tema es un homenaje a cada uno de ellos; y mis gustos por otro tipo de ritmos marcados por la improvisación y el jazz que es mi vida. Siempre he sido un gran defensor de la música de jazz. Y antes, cuando empezaba y me empeñaba en hacerlo, me decían que si aquello del jazz no era música. Hoy eso ha cambiado de hace tiempo. Pero al mismo tiempo he conservado también el rigor y el gusto por la música clásica.

Por último, Pedro, ¿cuándo va a venir por Andalucía?

Pues mira, la verdad es que no lo sé. De momento lo que tengo controlado son mis próximas actuaciones. En el Central, estaré, creo, un par de semanas con este cuarteto y después tengo algunos compromisos firmados, pero no se cuando bajaré. La verdad es que me gusta tocar mucho en Andalucía. Me sorprendo algunas veces de que la gente me conozca por allí. Todavía recuerdo en una ocasión, creo que fue en el Festival de Granada, que en mitad de la actuación, de repente miré hacia el público y estaban todos con luces encendidas. Parecía que fuesen velas. Aquello fue muy bonito.