Francesca da Rimini e Paolo Malatesta de Amos Cassioli || www.wikipedia.org

Elipsis sexual, cuando parecía que no… pero sí

Las escenas sexuales en la literatura pueden ser abundantes dependiendo de la época, del autor y del nivel de censura aplicado a la edición publicada. Por tanto, el nivel sexual y/o sensual en un pasaje narrativo puede dejar poco o mucho a la imaginación. La elipsis llega al rescate.

A lo largo de la historia de la literatura italiana existen una serie de elipsis sexuales más o menos conocidas que hacen las veces de leitmotiv. Esto ocurre, por ejemplo, cuando dicha elipsis sexual se encuentra en el poema par excellence de la literatura italiana: la Divina Commedia.

Enamorados y sexo en la literatura italiana
Francesca da Rimini e Paolo Malatesta de Amos Cassioli || www.wikipedia.org

Para entender el pudor del autor, hay que recordar que el poema data del siglo XIV. De una Italia convulsa por las luchas entre güelfos y gibelinos. Se estilaba una moral católica muy arraigada a pesar de los vaivenes morales, también llenos de elipsis sexuales, de ciertos padres de la Iglesia. Dante no duda en incluir el pecado lujurioso en su pintoresco Inferno, aunque siendo bastante benévolo con los pecadores. Les concede la palabra e, incluso, les permite el silencio. Y es aquí donde la elipsis sexual habla sin palabras.

Quando leggemmo il disiato riso

Esser baciato da cotanto amante.

Questi, che mai da me non fia diviso,

La bocca mi baciò tutto tremante.

Galeotto fu il libro e chi lo scrisse:

Quel giorno non vi leggemo avante.

Al leer que la risa deseada

Besada fue por fogoso amante

Éste, de quien jamás seré apartada,

La boca me besó todo anhelante.

Galeoto fue el libro y quien lo hiciera:

No leímos ya más desde ese instante

Francesca da Rimini deja a la imaginación del lector el resto del acto sexual que, claramente, se consumó puesto que fue el motivo de la muerte de ambos a manos del esposo de ella. Por tanto, un adulterio consumado pero no expresado con palabras.

La elegancia dantesca es recogida por otro grande de la literatura italiana. Se trata del padre de la novela romántica: Alessandro Manzoni. En su obra I promessi sposi, una narración maniquea donde el bien triunfa y el mal es castigado, también hay espacio para el no-sexo.

En este caso, la protagonista es infiel no a un marido sino al propio Dios. La Monaca di Monza, o Gertrude, encerrada en un convento contra su voluntad, conoce a un joven que osa dirigirle la palabra. El maestro decimonónico alude al hecho con una sola frase: La sventurata rispose/La desventurada respondió. Un sujeto y un verbo para aludir a un acto impuro llevado a cabo por una sierva de Dios, pero ahorrando al lector los detalles. Quizás, esto sea debido más que nada a la conocida y férrea fe católica de su autor.

Un beso junto a la ventana

Kiss By The Window de Munch || www.wikipedia.orgAvanzando un poco más en el tiempo, pero aún en el siglo XIX y con un autor apenas conocido, la elipsis de estos dos grandes de la literatura encuentran de nuevo cabida en un texto. Esta vez, breve. El relato Iberia, escrito por un joven Arrigo Boito, narra la historia de dos jóvenes de la decadente realeza española que deben unirse para continuar el linaje sagrado de los Sang-Real.

Todo ello se ve envuelto en un aura demoníaca y hereje, elementos habituales de la producción literaria del autor. La elipsis sexual en este caso, lejos de manifestar pudor, pretende provocar al lector. El grito previo al silencio avoca al furor sexual de dos jóvenes adolescentes llenos de pasión el uno por el otro. Estebano y Elisenda, así se llaman, permanecen en la capilla tras contraer matrimonio en un acto sacrílego, en ausencia de un cura, cuando el calor les abrasa:

Elisenda gridò: «Ah! questa cintura m’abbrucia!…» e divennero muti.

Elisenda gritó: «¡Ah, este cinturón me quema…!» y se quedaron callados.

Escena romántica italiana
Il Convegno de Ambrogio Alciati || www.wikipedia.org

Estos son solo tres ejemplos de la literatura italiana en la que el autor cuenta sin decir, insinúa sin obviar, deja que la imaginación del lector vuelve e imagine una escena que queda entre bambalinas. La literatura, al fin y al cabo, necesita del lector para completarse. En este caso para dar rienda suelta a los deseos sexuales de sus protagonistas.