La sexualidad humana ha conformado uno de los pilares básicos del arte desde el inicio de los tiempos. De un lado a otro del planeta se han podido hallar este tipo de manifestaciones en diferentes épocas. Diversas y heterogéneas divinidades se han asignado a hechos como la fertilidad o el placer sexual y muchos han sido los que han esculpido pacientemente las curvas de cuerpos y miradas en la piedra.
Esta fijación por la anatomía no surge en un lugar concreto. Ya dentro de la cultura moche, predominante en ciertas zonas de Perú durante los siglos II y VII, era habitual encontrar figuras hechas de cerámica por la población. Se denominaban huacos y en gran medida representaban las costumbres de la sociedad, entre las cuales se encontraban las diversas prácticas sexuales que se daban. Otro ejemplo se encuentra casi diecisiete mil kilómetros más lejos, en India.

La sexualidad, lejos de ser escondida, era abiertamente mostrada en los templos hindúes de Khajurano, construidos durante la dinastía de los Chandelles y que representaban diversas posiciones sexuales. Al tratarse de un templo de carácter religioso, se ha interpretado en ocasiones que estas serían la materialización del amor entre Shiva y Parvati. Lo único seguro es que la utilización artística de estos quehaceres se ha continuado y escondido a partes iguales.
La primera novela erótica inglesa
En la Inglaterra del siglo XVIII se produjo una combinación de elementos que propiciaron la aparición de la corriente conocida como novela burguesa. Las innovaciones tecnológicas, la revolución industrial y por consiguiente, la consolidación de las clases medias facilitaron que se rompieran los esquemas literarios anteriores. Se apostó entonces por una narración más realista, que representara a la clase burguesa.
La narración de una realidad recurrente como era la prostitución surgió en diversas obras. Sin embargo, Fanny Hill es considerada la primera novela erótica inglesa, escrita por John Cleland en 1749. Lejos de las figuras retóricas y mensajes recargados que caracterizarían a la prosa del Marqués de Sade en las décadas posteriores, Cleland utilizó un lenguaje sencillo y fácilmente comprensible por la población. Así, esta no dudó en hacer circular durante años la novela de forma subterránea.

Leída y repudiada a partes iguales, Fanny Hill (o Memorias de una mujer de placer) narra de forma epistolar la historia de una joven que vive cerca de Liverpool, y queda huérfana al cumplir los quince años. Una joven de su aldea convence a Fanny para que vaya a Londres en busca de oportunidades. Es entonces cuando conoce a la señora Brown, que regenta un burdel y le ofrece alojamiento. A partir de este momento, Fanny Hill se encontrará de frente con la realidad más escondida de las calles de Londres: las prácticas sexuales, los hombres que la frecuentan y las costumbres cortesanas.
El libro introduce al lector, a través de diversos personajes, en la corrupción del alma protagonista, mostrando cómo su corazón, a pesar de haberse iniciado e introducido en estos ámbitos, aún alberga la esperanza de encontrar el amor verdadero. Anhela un amor que no surja del deseo carnal sino también del alma, algo que nunca ha conocido. Fanny Hill es una obra que poco tiene que envidiar tanto en prosa como en calidad a la literatura erótica contemporánea.
Censuras y prohibiciones
Han pasado doscientos setenta años desde la primera publicación de la novela y, aunque se puede ya adquirir de forma sencilla, no fue así durante muchos años. Una manifestación de libertinaje tan clara como la que se representa enFanny Hill pronto fue censurada por la moral británica de la época y no se acabó reeditando hasta 1970. Pero, como se ha comentado, sus versiones fueron circulando por las calles y bibliotecas inglesas. Al año siguiente de su publicación, John Cleland fue arrestado por «corromper a los súbditos de rey».
Fanny Hill evocaba una de las dos caras que se ha interpretado de la prostitución. La de una joven que en su ingenuidad es arrastrada por los lares del placer y corrupción, en contra de sus intereses y su deseo de conocer al amor. Por otra parte, una de las obras con esta temática más conocida es La Dama De Las Camelias, de Alexandre Dumas. En ella se representa todo lo contrario, una mujer que debido a su vida de despilfarro y jolgorio debe recurrir a ofrecer sus servicios a hombres de gran calibre. Lejos de dejarlo, puede llegar incluso a plantearse si le merece la pena estar con un hombre que la ama, pero sacrificando aquello que pudiera tener en su vida como meretriz.
La prostitución como elemento artístico
La literatura, en todas sus vertientes, se ha nutrido de la mirada desamparada de ofrecer el cuerpo y el amor por la supervivencia o codicia. La novela de Dumas fue la obra que inspiró La Traviata de Verdi, interpretada por primera vez en 1853. La ópera de Verdi se separa delicadamente del libro, pues en la primera Armand se transforma en Alfredo y la mujer, en este caso Violeta, no adopta un papel desesperado y oscuro, sino que se enamora del ideal imposible. Esta segunda mirada de las cortesanas, más desafiante y segura, es la que se adopta años después en la obra de otro artista francés: Eduard Manet.

Olympia (1863), una de las pinturas más conocidas del autor, obtuvo grandes críticas entre la sociedad parisina de mitad del siglo XIX. Como se observa, la desnudez de la mujer no se trata de ocultar o disimular. Manet dibujo a una cortesana sin pudor, con una mirada cómplice hacia el espectador y la intención de seducir al cliente. En el juego de la iluminación, la figura femenina queda por encima de todo lo demás, de la criada y el fondo. Pero como en las obras anteriormente mencionadas, no todo en ella se compone de manera explícita. Tanto las flores como el gato negro con la cola levantada y la gargantilla oscura atada al cuello componen mensajes completos de significado y referencias sexuales.
La mirada de la protagonista consigue hacer partícipe al observador y, al igual que con Fanny Hill, muchos espectadores se escandalizaron. Olympia se llegó a tachar de pornográfica y a Manet como un pintor de escasa moral. Siguen siendo diversas e innumerables las obras a las que se puede aludir en esta temática, pues a lo largo de los siglos el que se conoce como el oficio más antiguo del mundo ha sido, por consiguiente, uno de los más representados. El resultado de todos estos siglos de trabajo artístico son obras que han sido censuradas y criticadas, pero sobre todo, muy difundidas y ampliamente estudiadas.