En el primer paseo por la historia de la novela erótica todo quedó en la Edad Media. Por ejemplo, Fernando de Rojas en La Celestina hacía a la vez una parodia del amor cortés, introduciendo el erotismo, y un icono del mismo. A lo largo del Siglo de Oro el erotismo también estuvo presente, como en el teatro de Lope o en el de Tirso de Molina o en la poesía amorosa y satírica de Quevedo, en la que hay alusiones eróticas mezcladas con las religiosas. Hasta aquí todo es un erotismo más bien metaforizado por la censura, pero, como en todo, en el siglo XVIII llega una revolución a manos del inigualable francés marqués de Sade.

El marqués de Sade, Donatien Alphonse François de Sade, fue un filósofo y autor de diversos géneros del S.XVIII que, nada más y nada menos, ha dado nombre a una conducta sexual que se caracteriza por la obtención de placer infligiendo dolor a otros: el sadismo. Fue encarcelado en la Bastilla por sus cuentos subidos de tono a lo largo de toda su vida. Descubrió a la sociedad francesa prerrevolucionaria sus extraños gustos sexuales a través de sus obras. Sus novelas contienen, se podría decir, más pornografía que erotismo, de ahí que estuvieran prohibidas por parte de la iglesia católica. Obras como Justine o los infortunios de la virtud (1787) o Las 120 jornadas de Sodoma o la escuela de libertinaje (1785) son novelas tanto eróticas como filosóficas.
Novela erótica austriaca
Por otro lado, sin desviarse mucho, sólo hasta Austria, se encuentra uno a Leopold von Sacher-Masoch, más conocido simplemente como Masoch. Al igual que le pasó a Sado, a Masoch se le ha atribuido el término masoquismo, el cual describe las peculiares aficiones de sus personajes. De todas sus obras, sin duda, la que más resalta es La Venus de las pieles (1870). Esta novela es una de las obras más importantes de la literatura erótica decimonónica. En ella se narra la historia autobiográfica del escritor a través de su personaje, Severin von Kusiemski, que decide ser el esclavo sexual de una mujer, Wanda, con la que firma un contrato sexual de un semestre. Así el protagonista regala su cuerpo encontrando el placer entre látigos, cuero y pieles.

Una vez repasados los dos autores más influyentes de la novela erótica de los siglos XVIII y XIX, se pasa al siglo XX, en el que destaca el ruso Vladimir Nabokov con su novela Lolita (1955). La novela narra la obsesión sexual de un hombre de mediana edad por su hijastra de 12 años, Lolita. Fue duramente criticada, pero actualmente, se la considera como una de las obras maestras de la literatura universal.
Ya en el siglo XXI la literatura erótica va dando tumbos por todo tipo de géneros literarios. Las novelas eróticas inspiradas en el siglo XIX son las que más abundan. Pero en estos últimos años el género a sufrido un boom y se están publicando gran cantidad de obras eróticas ambientadas en este siglo y sin ningún tipo de extravagancia atemporal o fantástica. Se puede destacar, como ejemplo, todas las novelas de la valenciana Elisabeth Benavent o las novelas de E.L James.