No es fácil triunfar en el mundo del rock. Ni mucho menos es fácil convertirse en un arsenal de locura y acto seguido en leyenda. Los comienzos de los años 80 era una época en la que el rock reclamaba un punto de renovación. Las bandas que triunfaban en aquella época, algunas como Kiss lo siguen haciendo, necesitaban aire fresco, un resurgimiento de todo lo que se había fraguado en aquellos años. Ahí llegó Mötley Crüe.

En el final de los años 70, un joven llamado Nikki Sixx puso los puntos sobre las íes y tomó ese papel de renovación. Sixx siempre fue un muchacho que tuvo las cosas claras: él había nacido para el rock. Tras dejar su primer grupo, llamada London, y ser expulsado de la banda de Blackie Lawless, Sister, Sixx decidió que era hora de que naciera algo sugerente. Algo que arrasara.
Aquello que diferenciaba a Mötley Crüe del resto de formaciones era su actitud. Bien es cierto que la música jugaba con referencias claras al mundo del rock, pero la pose, el saber estar en el escenario, era un tema bien distinto.
Cuando la maquinaria de Mötley Crüe empezó a funcionar, no tenían mucha competencia en el género donde querían enfocar su música. Aquellos chicos de Los Angeles iban a ser los encargados de vivir la primera oleada del glam metal. Una época cargada de maquillaje, de prendas de cuero ajustadas, de melenas acondicionadas y de colores chillones por bandera.
Sex, drugs & rock ‘n’ roll, baby
Decía Ian Dury que la vida era sexo, drogas y rock and roll. En el caso particular de la banda formada por Nikki Sixx, esa frase era cumplida a rajatabla. 1983 fue la época donde Mötley Crüe llegó a la vida moderna para aportar una música pegadiza y digna de escucha. También fue la época donde los integrantes de la banda planearon una estructura más clara: música pegadiza, vestimenta alocada, sexo, drogas y rock.
Tal y como se cuenta en el libro autobiográfico The Dirt, quien más y quien menos llegó a tener un problema con las drogas o con las bebidas alcohólicas. Dentro del propio libro, se incluyen relatos de sucesos divertidos, pero otros que componen un auténtico capítulo del terror dentro de la formación. Las drogas impidieron que Nikki Sixx pudiera despedirse de su abuela Nona. Su único consuelo, fue escribir la letra de una canción a su memoria.
Uno de los casos más sonados tuvo lugar en Redondo Beach, California. En ese lugar residía el cantante de la banda, Vince Neil. El alcohol empezaba a ser el protagonista de una fiesta masiva que había organizado Vince. La falta de alcohol para el personal, hizo que Vince se subiera al coche estando ebrio. Se estrelló contra otro automóvil. En el accidente falleció una persona, Razzle Dingley, baterista de la banda Hanoi Rocks que acompañaba a Neil en ese momento.
Por su parte, el baterista Tommy Lee también tuvo pequeñas anécdotas relacionadas con las drogas. Y su guitarrista, Mick Mars, tuvo un grave problema de alcoholismo entre 1984 y 1988. Paliaba sus problemas de espalda con whisky, vodka y otras bebidas.

El estrellato de Mötley Crüe
Mötley Crüe conformaban una banda de músicos excelente, pura dinamita en el escenario. El grupo ofrecía un espectáculo de música, pirotecnia e incluso un sistema que hacía girar la batería de Tommy Lee. A nivel musical eran talento puro. Vince tenía una voz envidiable, Nikki era un bajista donde se veía actitud y compromiso, Tommy marcaba perfectamente el ritmo de las canciones y Mick ofrecía unos solos para el recuerdo.
En la gira de su albúm Shout at the devil, la banda empezó a tener cierto nombre y a partir de ahí empezó una historia con situaciones de extrema locura. La diversión, las chicas, la juerga nocturna, citaciones judiciales e incluso la entrada a prisión de algún miembro de la banda.
Fuera de las tablas, Mötley Crüe se convertían por momentos en un grupo que tenía problemas con los demás, e incluso entre ellos mismos. Tales fueron dichos enfrentamientos, que incluso la banda decidió echar a Vince Neil y sustituirlo por John Corabi. El poco éxito del álbum Generation Swine provocó la despedida de Corabi y la vuelta de Neil.
Resulta curioso observar la evolución musical de una banda que empezó con un estilo de hard rock sucio, callejero, extremadamente gamberro. Mötley Crüe se introdujo poco a poco en la industria musical. Entraron en escena con decisión y dispuestos a darlo todo. En los 80 fueron capaces tanto de conformar un disco con olor callejero, Girls, Girls, Girls, como de hacer un álbum totalmente diferente: Dr. Feelgood. Dicho álbum se compone de unas canciones donde los coros están más presentes que nunca, y con alta distorsión en el sonido. Un disco de glam metal eléctrico y adictivo.

En las letras de Dr. Feelgood se ven reflejados problemas comunes como el amor, el sexo y el abuso de las drogas. Es en este último punto donde Sixx puso más énfasis. Su jugueteo con diferentes tipos de droga le llevaron a ser declarado clínicamente muerto. Reanimado por dos dosis de adrenalina, Nikki se sintió con fuerza para escribir la canción “Kickstart My Heart” a pocos días de salir del hospital. Dr. Feelgood resultó ser un completo éxito tanto por la producción como por el estado de sobriedad del grupo al hacer el disco.
Tras Dr. Feelgood, a finales de los años 80, la banda seguía teniendo éxito, pero no cosechaba el éxito de antaño. Cuando la banda original se volvió a reunir en 2008 estaba claro que la mejor época del grupo había pasado. Aun así, el grupo de Los Angeles volvió a sorprender a la crítica con un álbum fresco, adictivo y cargado de puro glam metal. Saints of Los Angeles vendió 99.000 copias en su primera semana de lanzamiento y pronto se situó cuarto en la lista de Billboard. Mötley Crüe había vuelto a la pista más gamberros que nunca.
The Final Tour
Se habían comido el mundo en los exitosos años 80. Habían saboreado las consecuencias que pueden tener la fama y el dinero. Vivieron el paso del tiempo, la aparición de géneros musicales y una época donde su música no funcionaba. Realizaron giras por todo el mundo, creado su propio festival, sacado su libro autobiográfico. E incluso habían impresionado al mismo Ozzy Osbourne. Mötley Crüe sabía que todo tenía su fin, y el suyo llegó a principios de 2014.

Dejando a su paso una larga lista de países, entre los que no estuvo España, los angelinos cosecharon un éxito abrumador con Alice Cooper como telonero. El espectáculo dado en dicha gira sabía a Mötley Crüe: chicas, pirotecnia, espectáculo de proporciones épicas e himnos que habían hecho las delicias de varias generaciones.
El 31 de diciembre de 2015, en el Staples Center de Los Angeles, la banda tocaba su último concierto. La canción elegida para el final del mismo, fue “Home sweet home”. Una vez terminaron de interpretarla, el grupo se marchó para siempre. La canción “My way” de Frank Sinatra. Aquel “My way” sonó diferente, sonó a marcha definitiva. Mientras tanto la última frase de la canción de Sinatra sonaba en el Staples Center: “La historia muestra que asumí los golpes, y lo hice a mi manera”. De eso no cabe ninguna duda.