La infidelidad femenina en la literatura: ¿drama o diversión? (Primera parte)

La infidelidad es un acto que ha estado siempre muy presente en la historia de la humanidad, real o ficticia, desde sus orígenes. Es difícil olvidar que el adulterio de Helena de Troya dio lugar a una de las guerras más famosas de la historia. O que, hoy en día, en algunos países el adulterio femenino es castigado con la muerte a pedradas.

La infidelidad femenina a lo largo de la literatura ha sido tratada por muchos escritores que, dependiendo de la época y el espacio, han dado un mejor o peor final a la adúltera de sus historias. Ya en la Biblia se encuentra a la primera infiel que, curiosamente, coincide con la primera mujer: Eva. La madre de la humanidad es una adúltera, traiciona a su marido y a su padre cayendo en la tentación cegadora de la luz emanada por el ángel caído. Una traición que se castiga duramente, no solo a ella, sino a todas las mujeres del resto de la historia con partos dolorosos y el don de la vergüenza. Todo por comer de un fruto prohibido que pertenecía al hombre equivocado.

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El primer beso de Salvador Viniegra y Lasso de la Vega || Fuente: Wikipedia

Diosas infieles y víctimas dantescas

Pero antes de que los cristianos dejaran constancia de la debilidad femenina en la Biblia, los griegos habían condenado a Afrodita al sorprenderla en pleno acto sexual con el bello Apolo. Mientras, permitían a Zeus campar a sus anchas montándose, en ocasiones literalmente, a toda fémina que se le antojase. Estas diferencias entre las infidelidades masculinas, normalmente aplaudidas, y las infidelidades femeninas, casi siempre castigadas, se mantienen a lo largo de la literatura universal.

Dando un salto de varios siglos, se encuentra a Francesca da Rimini en uno de los círculos infernales de la Commedia dantesca. Ella ha sido castigada para toda la eternidad por haber sucumbido al placer carnal con su cuñado, con el que cumple condena. Este castigo ignora que la infidelidad se dio por el engaño previo de la familia política, al casar a la pobre Francesca con el hermano equivocado. Sin embargo, Dante no parece apiadarse de ella más allá de lo políticamente correcto, puesto que él mismo la coloca en el círculo de los lujuriosos.

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Paolo e Francesca sorpresi da Gianciotto, de Joseph Anton Koch || Fuente: Wikipedia

«A» de adúltera y «B» de Bovary

Continuando con la literatura, esta vez en Nueva Inglaterra, es imprescindible, por no decir obligatorio, incluir a Hester, protagonista de la famosa Letra escarlata. Hawthorne escribió un relato sobre un pecado en una sociedad demasiado conservadora, la puritana, y sobre una infidelidad a las leyes morales de la época. El castigo de la humillación pública recuerda un poco a las hojas de parra que ponen a Eva tras cumplir su pecado. Una letra «A», de adúltera, cosida a su vestimenta o una planta que cubre las tentaciones de la carne. Ambas mujeres pagan por un pecado que no cometieron solas.

Avanzando en el recorrido literario se llega al siglo XIX, un siglo de pasiones donde el amor es llevado a sus últimas consecuencias. Dos de las más famosas adúlteras de la historia de la literatura fueron creadas en este siglo: Madame Bovary y Anna Karénina. Se trata de dos personajes muy diferentes, escritas por dos autores hoy consagrados que, a través de de dos figuras complejas, retrataron la sociedad de la época e, incluso, dieron a la mujer el papel protagonista.

Emma Bovary es un mito, una mujer cansada de la vida que decide ser infiel; no cae realmente en una tentación, sino que provoca ella misma la ocasión para escapar de su aburrida vida. La crueldad y frialdad de Emma hacia el pobre Charles Bovary, a veces, hace que el lector la juzgue con severidad. Un personaje quijotesco que sueña con lo que no tiene, llevándola a la locura y al desastre, merecido castigo para una mujer infiel.

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Madame Bovary, V.2, imagen página 11 || Fuente: https://www.flickr.com

La pasión que lleva a la tumba

Tólstoi, sin embargo, indaga más en la psicología femenina aunque no deja de presentarnos a una mujer adúltera que pagará por sus actos, tanto en la vida como en la muerte. Anna, estancada en una felicidad más inventada que real, se topa con la pasión a la que se niega pero a la que acaba finalmente sucumbiendo. Su vida se convertirá en la comidilla de la sociedad rusa, mientras su amante continúa con una vida normal pese a ser el causante de su oprobio. Enclaustrada por su situación y aislada en una sociedad que se guía por las apariencias, irá cavando su propia tumba.

Pero la infidelidad de los personajes femeninos no es siempre motivo de tragedia o de castigo, en muchas ocasiones los autores se divierten proponiendo a mujeres libres que disfrutan de los placeres del sexo o del amor, fuera de la unión sagrada del matrimonio. La diversión de aventuras extramatrimoniales que será retratada en la segunda parte.