La importancia de un buen título

Existen múltiples factores que hacen buena a una película. O mala. La dirección, el guion, la actuación, la puesta en escena…. Elementos que cualquiera comentaría al hacer una crítica, por muy amateur que sea, tras salir del cine. Y no cabe duda de su importancia.

Pero hay una parte de un film de la que no se suele hablar. El título. Y resulta extraño, pues en principio es uno de los principales reclamos para el espectador. Uno de los aspectos que llevan a alguien a ver, o a que le apetezca ver, una película. Porque, ¿qué hubiera ocurrido si Casablanca (1942) se hubiera titulado, por ejemplo, Cómo encontrar un salvoconducto en una semana. Ni la atracción hacia la inmortal obra ni las expectativas con las que el espectador aterrizaría sobre ella serían las mismas.

Y hay que decir que Casablancano es ni siquiera un título demasiado bien puesto. La obra en la que se basa, Everybody Comes to Rick’s, tenía un título más sugerente, además de que la frase se dice varias veces durante la película y la pieza teatral.

¡Olvídate de traducir!

Y el título está escrito en inglés porque aquí no se trata de las malas traducciones de algunos de ellos. Eso daría para otro artículo, y bastante más largo. Y si no, que se lo pregunten a Michel Gondry. Debe llorar cada vez que viene a España y ve que su preciosa Eternal Sunshine of the Spotless Mind (2004) fue «traducida» como ¡Olvídate de mí!

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Jim Carrey y Kate Winslet se quedaron helados al ver como tradujeron su película || Fuente: Youtube

Porque, dejando aparte el crimen del cambio de idioma, se trata de una de las películas mejor tituladas de los últimos tiempos. En castellano sería El eterno resplandor de una mente inmaculada. Una frase de Alexander Pope que el personaje de Kirsten Dunst cita en la película, que evoca la felicidad del ignorante, del que ha olvidado todo sufrimiento. No se puede explicar mejor, ni más poéticamente, el argumento y el concepto de la película.

Otro título que insuflaba poesía de primeras era Días de vino y rosas (1962), de Blake Edwards. Porque esta obra de arte, entre otras muchas virtudes, dotaba a una historia en principio sórdida de un cierto halo lírico, como de cuento. A ello contribuyó sin duda, tanto el título como la canción del mismo nombre de Henry Mancini.

Esta película ya fue referida, por otros motivos, en otro artículo junto con Adivina quién viene a cenar esta noche (1967), de Stanley Kramer. Y aquí también hay que hablar de su título, pues es de los que mejor habla del enfoque con el que un film va a abordar un determinado tema. En plena época de segregación racial no era fácil hacer una comedia sobre una pareja interracial. Ni titularla. Kramer salvó los dos obstáculos con nota.

Los buenos títulos ejercitan la paciencia

En nuestro tantas veces vilipendiado cine patrio existen también ejemplos de películas extraordinariamente bien tituladas. Como Los lunes al sol (2002) de Fernando León, o Cría cuervos… (1976) del maestro Saura. Pero la que quizá se lleve la palma es Todo sobre mi madre (1999) de Pedro Almodóvar. Porque este título, aparte de homenajear a Eva al desnudo (1950), All about Eve en el original, film del que hablan los personajes de Paredes y Azorín al principio, resume la película en sólo una frase. Y hasta la última escena, cuando aparece Toni Cantó, no adquiere su glorioso significado completo.

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Lo que no sepa un irlandés… || Fuente: izquotes.com

Otra película cuyo título cobra significado tan sólo al ver el clásico The End es Antes de que el diablo sepa que has muerto (2007), ultima y maravillosa obra de Sidney Lumet antes de su muerte. Al final, tras haber visto una trama en la que la codicia hace desmoronarse una familia, se ofrece un fundido a blanco, simbolizando el paso a la otra vida de uno de los personajes. Y un proverbio irlandés: «Que estés en el cielo media hora antes de que el Diablo sepa que has muerto». Casi nada.

De ahí la importancia de un buen título en una película. Porque de películas estupendas pero con títulos obvios, como Atracción fatal (1987) o Doce años de esclavitud (2013) está el mundo lleno.

Diego Manresa Bilbao

Ingeniero y sin embargo cinefilo. Madrileño del año del Naranjito