Sobre esto hay opiniones para todos los gustos. Parece que desde inicios del siglo XX, con la llegada de las vanguardias, las nuevas ideas artísticas suponen una ruptura con todo lo anterior. Se trata de una fractura total en cuanto a técnica, temática, estilo y objetivos. Sea como fuere, lo cierto es que el arte contemporáneo no termina de ganarle la batalla al espectador.
Desde retretes firmados hasta tiburones en formol, el amante del arte ha lidiado con todo tipo de choques artísticos desde 1900. Esto no ocurre con el arte anterior al siglo XX. Si bien es cierto que todas las épocas han dejado de lado determinados estilos o creaciones artísticas, la realidad es que cualquier estudioso de las humanidades se quita el sombrero ante una pintura de Velázquez o ante la mismísima Capilla Sixtina.
Arte contemporáneo, artista y evolución
Esto lleva al historiador a preguntarse ¿Los artistas que viven y trabajan en la actualidad, serán también reconocidos como grandes maestros dentro de 300 años? Para intentar responder a estas preguntas lo primero es conocer las razones que llevan a la evolución artística.

Los estilos en el arte no nacen unos de otros, ni siguen ninguna especie de progresión lógica. Luis Racionero en Los tiburones del arte explica que la creación artística avanza y crece principalmente en base a los motivos de dicha manifestación y a las alteraciones que se dan en la relación entre artista y sociedad. Así, el pintor, escritor o escultor buscan expresar un mensaje diferente en cada época, y los medios con los que cuenta para ello también son distintos. Los artistas comenzaron como meros artesanos y fabricantes, para pasar a depender de un mecenas y finalmente a ser vistos como creadores con absoluta autonomía.
Esta libertad artística se termina sin embargo en el momento en que el artista procede a vender su obra. Se desarrolla todo un circo en torno al producto, el creador y la galería que servirá de intermediaria entre artista y observador. Lamentablemente, el arte actual cae una y otra vez en la perversión de su esencia.
Al amante del arte ya no se le muestra la calidad ni la pasión, sino que se pretende dejar huella en todo aquel que contemple la obra a través del morbo, lo chocante e incluso lo sádico. Esto no es necesariamente algo negativo, pero si al alejar una obra de la primera plana y la opinión pública pierde todo su significado, probablemente tampoco lo tuvo en su inicio.
¿Arte para intelectuales?
Muchos visitantes de exposiciones de arte contemporáneo salen de la sala más confusos de lo que entraron. El principal problema del arte en la actualidad es que la gran mayoría del público no lo entiende. Esto hace que muchas veces el espectador caiga en la idea errónea de que una obra se le escapa porque no alcanza a entender su nivel de profundidad. Como si uno fuera un ignorante por no saber ver el universo en un lienzo en blanco.

El crítico, el amante del arte o el mero observador emprenden en ocasiones una campaña de rechazo a un producto cuya carga artística real está en la explicación y no en la obra en sí. Entonces ¿una obra moderna es arte si no tiene un complemento conceptual? Puede serlo. No se debe olvidar que lo que hace que el arte lo sea al final siempre es la carga emocional que le trasmite a aquel que lo contempla. Del mismo modo que nos emocionamos al ver la Mona Lisa, una obra de Pollock, abstracta y caótica puede provocar el mismo efecto.
Lo cierto es que no existen respuestas correctas para estas preguntas. El tiempo acabará por recoger y conservar lo valioso y desechar lo banal, con mayor o menor acierto, tal y como ha ocurrido siempre en la historia del arte.